Ladies up in here tonight. No fightin', no fightin'. Hormonal de a 10 de mayo, como dicen en el norte. I never really knew that she could dance like this, she makes a man want to speak Spanish. Ya no veía la hora de recuperar mi vida y ahora no sé ni por dónde; hasta extraño las noches eternas de sushi la-empresa-paga y salida de madrugada de la oficina. Cómo se llama, bonita, mi casa, su casa. Extraño quejarme de que mis ojeras empezaban a resultar oje...rísimas. Oh baby when you talk like that you make a woman go mad. Extraño la sesión de desestrés diario bajo la batuta del video de Hips don’t lie y las competencias de quién bailaba peor, nada como el shimi-shimi de Jess, el caderazo de Martz y mis grititos cuando salía mi parte preferida (let me see you move like you come from Colombia) o las súplicas de los niños “¿otra vez? esa canción ya no, por favor”. So be wise and keep on reading the signs of my body. Extraño los diálogos de costumbre: ¿fumi? Ok, pero antes pipí y cafecín. Puf, cómo extraño la máquina de nescafé que me daba refils gratis de todo el moka que mi sistema digestivo-nervioso-artrítico podía ingerir. I'm on tonight you know my hips don't lie and I'm starting to feel it's right. Extraño los ataques de risa nerviosa que nos daban a Alita y a mí cuando veíamos que la noche era eminente y la salida del tercer piso lejana; extraño los pleitos para que le bajaran al aire o viceversa, o por ver quién ponía la música, he de aceptar que mis preferidos eran los playlists de Joan y de Jess (nada como la banda para la concentración); extraño a Labettys y su yo-contra-elmundo porque voy a ser la más feliz cuando me invite al bautizo de su hija Mandarina con la polémica que causa el nombre. All the attraction, the tension. Extraño creer en el fantasma de la señora IQOM que a la una de la mañana nos daba sustos de Scary Movie que nos hacían salir corriendo de la sala de juntas, todo por trabajar en un edificio del siglo de las tantas adaptado al XXI. Don't you see baby, this is perfection...
Eso era lo que más me gustaba del trabajo: el kinder; tal vez porque la risa era la constante que nos hacía la chamba más llevadera, éramos 10 chavos de más-menos dos años mi edad y en el piso de abajo estaban las oficinas de los socios y del jefe. Como yo me incorporé al equipo tarde, me dejaron el mejor lugar, mi escritorio estaba justo en medio y así quién no se entera de todo lo que pasa. A la primera semana ya dominaba los chismes de sitcom, que quién quería con quién, que a qué hora se iba el jefe, que si los doctores se iban de viaje, ad infinitum; y no sólo aumenté albures, sino palabras al ditzionario IQOM como las partículas discordantes que se agregó a las que mataban de risa por aquello de los hombres curpulentos, la alineación de los testos y las friegas intensivas, exhaustivas y extensivas™. Eso sí, puro machote, pero como demo de excel para hacer las tablas de precios, valores y volúmenes, los otros me los reservé para la imaginación porque ni cómo, y más con el Club Paquita que se reunía para echar el chal en la terraza y quejarse porque “la mente es otra cosa, pero el cuerpo pide y no los culpo, eh, no los culpo”.
Se supone que mi puesto era de analista económico™ y aplausos. ¡A quién se le ocurre, verdad de Dios! Y es que sí, en su mayoría me la pasé rellenando el acervo de cupos arancelarios, así que oCUPadísima en el masajeo de datos, las cálculos y las implicaciones (en especial para mis ojitos); ah, pero no, ésa no era la única misión, me tocó de errepé con las invitaciones del coktail (listas de embajadas, universidades y medios, así de fácil), y luego terminé investigando sobre exportaciones de Venezuela y Bolivia y hasta haciendo comunicados de prensa, me indignaba, pero al final cerré con broche de oro como edecán en el Coktail,- por cierto que con Marcos en la ciudad, si los golobalifóbicos hubieran querido hacer un ataque certero contra los neoliberales del país, ése hubiera sido el día y el lugar, gracias a Dios no les pasaron el dato y no nos petardearon que a mí alguito de asco me provocan ambos dos bandos-, así que nada, hice de todo un poco y dicen que es normal. Al final el balance es más que positivo y en mi despedida de martes a las 3 de la mañana hasta lloré.
Quién iba a pensar que terminaría amiguísima hasta del que siempre me golpeaba la silla (si hubiéramos ido en primaria hubiera apostado a que era el clásico ligue de te-jalo-la-trenza-porque-me-pasas-un-resto), y hasta de risa mi enojo porque “no manches, tú te la pasabas viendo el canal 9, ¿verdad Ana Lucía?” y es que me dio por hacer comentarios finísimos en medio del coktail elegantísimo, ps así soy, nadie me enseñó a comportarme en sociedad y ésa es parte del encanto, no los culpo, la verdad. Como tampoco culpo a la otra por regañarme y es que cómo voy a extrañar nuestros paseos por los parques de la San José Insurgentes y el psicoanálisis que nos administramos en treinta y dos días de terapia intensiva y exhaustiva de salvaconciencias, la mitad del FUNAR, los dos cuartos del desempleo emocional de escritorio a escritorio. Definitivo: un mes exhaustivo e intensivo que más allá del cheque, me deja con muchos nuevos buenos amigos, con muchas anécdotas y con una sonrisota de libre comercio impresionante...
Eso era lo que más me gustaba del trabajo: el kinder; tal vez porque la risa era la constante que nos hacía la chamba más llevadera, éramos 10 chavos de más-menos dos años mi edad y en el piso de abajo estaban las oficinas de los socios y del jefe. Como yo me incorporé al equipo tarde, me dejaron el mejor lugar, mi escritorio estaba justo en medio y así quién no se entera de todo lo que pasa. A la primera semana ya dominaba los chismes de sitcom, que quién quería con quién, que a qué hora se iba el jefe, que si los doctores se iban de viaje, ad infinitum; y no sólo aumenté albures, sino palabras al ditzionario IQOM como las partículas discordantes que se agregó a las que mataban de risa por aquello de los hombres curpulentos, la alineación de los testos y las friegas intensivas, exhaustivas y extensivas™. Eso sí, puro machote, pero como demo de excel para hacer las tablas de precios, valores y volúmenes, los otros me los reservé para la imaginación porque ni cómo, y más con el Club Paquita que se reunía para echar el chal en la terraza y quejarse porque “la mente es otra cosa, pero el cuerpo pide y no los culpo, eh, no los culpo”.
Se supone que mi puesto era de analista económico™ y aplausos. ¡A quién se le ocurre, verdad de Dios! Y es que sí, en su mayoría me la pasé rellenando el acervo de cupos arancelarios, así que oCUPadísima en el masajeo de datos, las cálculos y las implicaciones (en especial para mis ojitos); ah, pero no, ésa no era la única misión, me tocó de errepé con las invitaciones del coktail (listas de embajadas, universidades y medios, así de fácil), y luego terminé investigando sobre exportaciones de Venezuela y Bolivia y hasta haciendo comunicados de prensa, me indignaba, pero al final cerré con broche de oro como edecán en el Coktail,- por cierto que con Marcos en la ciudad, si los golobalifóbicos hubieran querido hacer un ataque certero contra los neoliberales del país, ése hubiera sido el día y el lugar, gracias a Dios no les pasaron el dato y no nos petardearon que a mí alguito de asco me provocan ambos dos bandos-, así que nada, hice de todo un poco y dicen que es normal. Al final el balance es más que positivo y en mi despedida de martes a las 3 de la mañana hasta lloré.
Quién iba a pensar que terminaría amiguísima hasta del que siempre me golpeaba la silla (si hubiéramos ido en primaria hubiera apostado a que era el clásico ligue de te-jalo-la-trenza-porque-me-pasas-un-resto), y hasta de risa mi enojo porque “no manches, tú te la pasabas viendo el canal 9, ¿verdad Ana Lucía?” y es que me dio por hacer comentarios finísimos en medio del coktail elegantísimo, ps así soy, nadie me enseñó a comportarme en sociedad y ésa es parte del encanto, no los culpo, la verdad. Como tampoco culpo a la otra por regañarme y es que cómo voy a extrañar nuestros paseos por los parques de la San José Insurgentes y el psicoanálisis que nos administramos en treinta y dos días de terapia intensiva y exhaustiva de salvaconciencias, la mitad del FUNAR, los dos cuartos del desempleo emocional de escritorio a escritorio. Definitivo: un mes exhaustivo e intensivo que más allá del cheque, me deja con muchos nuevos buenos amigos, con muchas anécdotas y con una sonrisota de libre comercio impresionante...
2 comentarios:
ayyyy es que desde la distancia todo es bonito. Bien dicen por ahi, no hay muerto malo, y pasa lo mismo con los trabajos en los cuales uno YA NO trabajo.
con decirle que yo extraño las presiones de la seguridad....que ya es mucho decirle.
Uno nunca sabe lo que tiene.......
hasta que la rutina nos enseña a extrañar lo mas agradable de lo cotidano.
momentos que los haces ser extraordinarios con tu forma de escribir.
de verdad extrañaba leerte asi.
salu2.
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