Yo empecé, lo acepto, aunque él tiene que aceptar que conmigo puede ser horrible o fantástico, pero aburrido jamás, en eso sí que no me bajan del podio y los subeybajas son mi especialidad, más en cambios de opinión porque es de sabios, a mí qué. Al principísimo le advertí: oye compadre, esta bruta que tienes como novia se está empezando a espantar porque esto va rapidísimo así que paso redoblado y hagan filas: una también necesita su espacio de vez en cuando y ningún renuncia a los ladie’s night ni a faciales ni a la vida as we know it.
Y tómala que me la cumple por bocona, chillona y tetarada que soy. Si los hombres son fieles hasta que se les presenta el fútbol, y lo peor es que el día que empezamos a andar me lo dijo: mi reina hermosa, cómo te explico que hay otra en mi vida, le dicen la orejona, pero es rechula la condenada. Y a mí que me da por ser tan compartida no me importó. Yo creía que era más divertida que ella y resultó que no, menos cuando el Osasuna después de chorrocientos mil años regresó a la Champions. Le declaré la guerra a mi peor enemigo y no funcioné. ¿También hoy hay partidos? Sí, decía, pero ahora de la UEFA (la madre que parió a la Champions, zorras todas ellas). Y bueno, lo puedo pasar todo por alto porque me cuenta que fulanito se dislocó y que no sé que de no sé quién del Chelsea o lo malo que es sutanito del Bayern con lo bueno que era antes en el Madrid. Y de verdad no me importa que me cuente, hasta me gusta que lo haga porque le apasiona y una que está enamorada pues termina contagiándose de la emoción, pero... ¿el Osasuna? ¡Por Dios!
En fin, hoy sólo puedo decir alegremente que de aquí a unos meses y se mantiene el trato: Champions por panchos: ni cómo quejarme de la paridad y todos en paz ahora que llegó a su final. El problema presente es ver cómo demonios compito con mi siguiente rival: la arena blanca del Caribe (otro día me preocupo por las europeas sabrosísimas y de mente europeísima). Pienso, pienso, pienso...