martes, noviembre 08, 2005

¡¡Desde el Turibú, para el mundo!!

El señor Feben lo había advertido, los que íbamos lo sabíamos o al menos lo imaginábamos, y aún así yo cometí la estupidez de aparecerme ante los rayitos de la ciudad de la esperanza cual lagartija de jardín: sin el menor pudor en el cuero cabelludo. Amo los sombreros, los gorritos y el estrello, pero odio como pocas cosas el sudor producido por éstos; no porque piense que mis dos únicas neuronas fieles busquen hacer sinapsis en la troposfera por medio de un derretimiento externo, no, no, tampoco por el aish-me-voy-a-despeinar que podría pensarse de mí, ¡no! simplemente odio la sensación del sudor así como odio las colaciones de Navidad, namás pa’ que conste que el sentimiento es fuerte. Y por subestimar el poder ultravioleta del sol citadino terminé con un bronceado de pena ajena: no sé qué sea peor, si la nariz de Rodolfo el Reno o la marca lateral de la raya del peinado; según la Cuchis “no-puedo-hablar-porque-muero-de-risa” lo peor va a ser cuando se empiece a despellejar “el bronceado” craneal, ¡bah! a mí a estas alturas ya me da igual, sólo que llevo dos días peinándome de rayita en medio porque aquello era un camino parieto-frontal color lulúmarina (cosa que me pareció una broma del destino de pésimo gusto, por cierto) y para colmo de la supra-vanidad, cepillarme dolía-duele todavía. Consuelo de muchos: "la" entiendo Yosola.
Eso sí, nosotros íbamos súper in, con esto de los segundos pisos pues cómo subirse al Turibús y no ir en la parte de arriba, esas ínfulas de estar de fiesta en el deefe que uno de tanto oír hasta termina creyéndoselo. Y eso sí, por ambiente no paró nuestra zona, porque tal vez el plan parecía hiperultramega ñoño, pero qué podría esperarse de 9 individuos con un blog, así que nuestro intento de redención fue el apañe de la zona posterior, así como de primaria “shot hasta atrás, shot hasta atrás”. Sólo conocía al Chavo (últimamente en peligro de extinción), al Conde de Almaviva y a Rasmin, a Quack lo había visto menos de dos minutos en un barecillo, y había hablado con el señor don Feben por teléfono y, al igual que con Yosola, la comunicación había sido fundamentalmente de pantalla, al Terrible Funk y a Lilith Galactik los conocí frente al Auditorio. También contamos con la presencia de la chiquitina de uno de los bloggers y simplemente puedo decir que el evento quedará catalogado en el archivo de la diversión, salvo por el momento en el que ya me veía linchada a mitad de Polanco por hacer una comparación muy desafortunada acerca del jazz. Pero eso sí, quién me manda andar defendiendo el reggaetón, ni que fuera la hija del Daddy Yankee. Si desde luego es que el que nace pa’ tamal del cielo le caen las hojas porque caí redondita en la prueba, qué necesidad tengo de andarme metiendo en líos de en gustos se rompen géneros, pero en fin, naca auditiva siempre he sido y me confieso con el placer culpable salido del clóset del cuéntale que te conocí bailando y el boricua morena, me reservo con la gasolina, pero es que lo mío-lo mío es el eclecticismo.
Bueno, pero adelanté la historia porque mucho antes de la discusión del jazz, las chelas y ésa-todavía-tiene-frijoles, fue el recorrido bache-visual-auditivo bajo una amenaza constante, porque basta avanzar unos cuantos metros y los árboles se contagian de la delincuencia, casi nos secuestran a varios del grupo y sólo se escuchaban los gritos salvaparejitas e integridades de “cuidado”, “aguas”, “las ramas”, ecoturismo al extremo; pero uno cree que ya conoció suficiente hasta que la adrenalina aumenta ante la amenaza eléctrica de los cables semi-asesinos, no es de extrañar que en el país del “colguemos los zapatos de las amarras”, hubiera recuerdos del Turibús y sigamos el camino de audífonos colgados. A punto estuve de deshacerme de los míos que medio chafeaban en las explicaciones y funcionaban con mención honorífica en el tiempo de la melodía ya-quítenla-que-ésa-ya-me-la-sé, pero algo de civilidad se adueñó de mí y son de esas cosas que me causan conflicto extremo porque ahora que me los traje a mi casa no sé si tirarlos, es como un remordimiento de conciencia medio mojigatón.
Pasábamos por la Condesa y la indignación por no haber sido de los elegidos a la hora del reparto de los chocolates regalados aumentaba al grito de que al que discrimine llámalo por su nombre. Igual ni nos dijeron ahí pa’ la próxima y al fin que ni quería ponerme gorda por glotonagolosa, uno siempre debe ser agradecido hasta con el manchado. Íbamos pasando por el Centro Histórico cuando, después de golpear al pobre Quack, se comprobó una vez más que no necesito de mucho alcohol para hacer y/o decir estupideces o meterme en rollos de malentendidos (yo y mi tremenda bocota y viceversa). “Pues no sé qué piensen ustedes, pero yo la verdad manejo una relación bastante esquizofrénica con la Ciudad de México, por un lado la quiero muchísimo y no me imagino en otro lugar, pero se me hace bastante fea, descontando algunas zonas. Sí, es como cuando tienes un novio que está horrible, pero que igual lo quieres mucho y no sabes ni por qué.” Y para mi mala suerte el último comentario fue dirigido, SIN DEDICATORIA, a la parejita de enfrente que, gracias al abucheo generalizado, se sintió aludida y todo porque me dio por hablar en segunda persona del singular. Sí, ya sé, a mayor justificación mayor hundimiento, pero juro que no lo dije en afán estoy-amargada-odio-a-todos-los-que-todavía-creen-en-el-amor. Quedó claro que lo segundo mío-mío es meter la pata.
Como una ironía, en pleno Zócalo descubrimos cómo se invirtió en consejos giulianescos de seguridad pública, seguro primero lo implementaron en Nueva York, tal vez allá haya sido Superman porque aquí en México nos dejaron a Batman (es que somos re-góticos) y analizándolo no es tan mala idea, la verdad me siento más segura con él que con un poli de los de a de veras -si hasta son del mismo color y eso de la pancita del legendario Bruno Díaz se conserva, “gordibueno”, dirían las optimistas-, así deberían disfrazarlos a todos y chance y matan de risa a los asaltantes). Claro, entre tantas disertaciones a todos nos dio harta sed así que del Centro a Polanco tengo como cataratas en la memoria, sólo recuerdo los comentarios sobre el frontón (y qué creen, ya investigué -que sí, que somos ñoños- y todos teníamos razón, se puede jugar con mano, pala, paleta, raqueta y el estrello), sobre el ojo Remi que en colombiano es José Miel, sobre el espectro de colores que son capaces de distinguir los hombres y sobre el color ambar de las luces de los semáforos, seguro discutimos otros temas interesantes, pero ya era por inercia porque incluso, aún estando frente a Cartier preferimos caminar una calle hacia la izquierda y las bebidas nos revivieron para poner atención a la visión colombianísima de Yosola que me hace reír cantidad con sus consejos (“métale pueblo a la democracia”, ¡paténtela ya!) Pero eso sí, la chispa la tenían todos, como la novia del master que ya en la despedida a cada que alguien intentaba hablar sobre algo nada más hacía burla “mejor postéalo”, sin duda el chiste más ad hoc de la tarde.
Y de reír yo juro que lo sigo haciendo cada que recuerdo al Turista preguntándome como muy conocedor de mi afán de ponerles apodo a los hombres “pobre cuate, ¿qué, está muy rojo o por qué le pusiste el Turibús?” Pero el pobre inocente es él que se cree que el sábado salí con un tipo al que le llamo así y yo no soy capaz de negarlo porque es que me gana la risa...

*Nota
Por cierto, recomiendo la lectura de las reseñas de los otros paladines de la ñoñez (Feben dixit).
Chicos: ¿a dónde la próxima? Prometo medir mis golpes, comentarios y usar bloqueador solar...

4 comentarios:

quack dijo...

Muy buen escrito... nunca perdiste el estilo lulúmarinesco que te caracteriza... definitivamente debemos despedirnos con una frase que no sea: "Nos estamos leyendo". Eso nos hace ver más ñoños de lo que en realidad somos.

Lilith Galactik dijo...

Siempre me ha gustado mucho como escribes, eres muy graciosa (en el sentido positivo de esta palabra) pero no concuerdo en que los bloggers que van a un Turibus un sábado a las 10 am se denominen como "ñoños"... Son algo freaks, si, pero no "ñoños". Hasta pronto.

El Terrible Funk dijo...

Mujer, no dijiste feo, dijiste Horrible... solo como recodrdatorio... que rica crónica, hay que trabajar más con la idea de los nbatipolicias yo creo que se le puede exprimir mucho más.

saludos

Anónimo dijo...

Felicidades a todos los turibuseadores jeje, ya veo q me perdi de una apoteosica aventura en la ciudad de la esperanza!, que coraje no haber podido ir, pero igual se que habra oportunidad de conocer al idolo juvenil de generacion timbiriche y sub secuentes, kerida susana, seguro el bronceado le da un toke aun mas bello a tu de por si bello ser
besos
Drack