* Si la cocina de mi casa hablara... Con esto del cambio de horario ya no supe ni qué hora era, pero había amanecido y el Kiddo e Irera seguían disertando; a mí me habían perdido en alguno de los temas porque ella sacó a colación un libro que leí hace mucho; y es que Camus siempre es una buena referencia. Sé que es un poco insolente, pero igual me vale reintegrar a mis traumas fragmentos de La caída, ya ni petz, me absorbe el existencialismo.
Las personas se dividen en tres categorías: las que prefieren no tener nada escondido que verse obligadas a mentir, las que prefieren mentir que no tener nada que esconder, y aquellas a quienes les gusta al mismo tiempo la mentira y el secreto. Todos me lo decían, pero cuando uno es necio no hay de otra, por eso fue tarde que lo entendí, pero lo logré. Comprendí incluso a quienes se provocan cortadas en el cuerpo por el simple hecho de que el dolor que ellos mismos se inflingen es el único que pueden controlar; yo las únicas pérdidas que puedo controlar son las suyas. Es enfermo, pero ahora hasta sonrío porque lo entiendo y suspiro ante la genialidad del pastel de chocolate que a través de las endorfinas me dio la lucidez que le faltaba a mis días sobrios. Ver a la Sis llorando por aquél (lloraba hasta con las canciones más inverosímiles, ¿pasito tuntún?) también me ayudó a saber que todavía no estoy lista para pasar por eso otra vez, y por eso no quiero un compromiso porque todo viene en cadenita, estoy mal por cosificarlos, inventariarlos y luego verlos como futuros exes y precisamente por eso no puedo, ahorita no, no quiero sumarme otro riesgo de encariñarme y volver a perder, aún no estoy lista. No me gustan más que las confesiones, y los autores de confesiones las escriben sobre todo para no confesarse, para no decir nada de lo que saben.
La patología tiene sus orígenes en el pasado: nunca había perdido y de pronto en cuestión de 400 días perdí mucho. Perdí la ilusión del sentimiento porque sólo había amado dos veces y de la nada se me fue mi primer amor con una despedida de cachetada porque la vida es incomprensible cuando se pierde de esa manera; después perdí al amor-de-mi-vida™ entre peleas desgastantes y un exceso de amor absurdo; detrás de él se me perdieron no sé cuántos sueños. Se me fueron mi abuelito, mi tía, mi abuelita y mi perrita en tiempo récord; aquello era el maratón de los funerales. No, es la muerte reciente la que queremos de nuestros amigos, la muerte dolorosa, nuestra emoción, es decir, a nosotros mismos. Perdí también la seguridad que me daba tener físicamente cerca a mis hermanos. Y para colmo perdí mi salud porque mientras todo el mundito feliz se me caía, mi autoestima golpeaba a mi sistema inmunológico y la propensión que tenía de que a los 80 años me diera artritis se me adelantó (psicosomas, ya ni sé). Cuando el cuerpo está triste, el corazón languidece.
Nunca me preocupé de los grandes problemas más que en el intervalo de mis pequeños desahogos. Es absurdo y lo entiendo, el problema es que mi mecanismo de defensa aprobó la construcción del muro en la frontera y me tiene en un bloqueo a pesar de las manifestaciones en contra (nadie ha tenido tantas porristas como él, impresionante). Por eso me costó tanto aceptar al Rockcito la primera vez; lo hice y fui feliz, mucho, pero después vino lo de Culiacán y las metidas de pata del baboso que de plano nos costaron la relación, bueno no, fueron mis miedos los que la echaron para abajo, aunque su tontería y su mundo no cooperaron. Así fue como de verdad pensé que me le había presentado en forma de obsesión, pero me volvió a convencer con el método de las mariposas mientras yo insistía: no quiero oficializarme, no me interesa, si quieres seguimos saliendo, pero no estoy dando exclusivas ni compromisos. No me creyó y no hubo poder humano, y a mayor ruego, más diva yo y me caí pésima y él peor porque me hacía sentir mala. Al principio se lo dije por las buenas y claro que sí, amigos para siempre means you’ll always be my friend; al ratito me di cuenta de que no había captado el mensaje y se lo advertí, más vale perder un hombre que la paciencia, así que no me retes, y fui indiferente, mucho, mucho, y mientras más yo, más insistente él. Luego me enojé, y yo soy de las que se vean feas de acuario cuando se enojan, cosa que me ponía aún más molesta, así que grité, pataleé y me lucí en el patanismo: vomitivo. Pero no, no captó.
Para ser feliz es necesario no ocuparse demasiado de los otros. Por más de un año me hice acreedora de un sentimiento que no merezco, porque estoy tan bloqueada que no puedo y me siento mal, por eso lo quería fuera de mi vida; y demostró y dejó sin palabras porque no veo qué es lo que vio en mí que pudo parecerle tan bueno como para seguir. Para dejar de dudar hay que dejar de ser, sencillamente. Amiguitas decían que qué tonta, que al tipo guapísimo, divertidísimo y monísimo se le caía la baba por mí, que era el típico sueño de todas, incluso era el sueño que yo tenía (-aba-ía, pospretérito, o sea, pasadísimo). Tanta barrera no era justa ni para él ni para mí; ya pasó más de una semana y estoy convencida de que fue lo mejor, lo intenté y ése era el único trato: intentarlo y estar sólo con él, sucedió y hubo días en los que el piso ni se sentía, las mañanas eran de sonrisa de idiota y hasta había voces de niñitos por el teléfono, pero luego Freddy Kruegger volvió a espantarme porque el nivel de madurez del muchacho es infinitamente superior al mío y yo sigo estancada en los lunes kadampa, los martes de cinencasa, los miércoles de aquelarre politólogo, los jueves de klann, los viernes funar y los sábados ladie’s night. Estaba yo contento con todo, es cierto, pero satisfecho de nada. Cada alegría me hacía desear otra. Iba de fiesta en fiesta. Me acontecía bailar durante noches enteras, embriagado de seres y vida. Sus planes cada vez me incluían más y más y a mí también me hacía mucha ilusión el viaje a Cali en junio, su graduación, la mía, nuestra fiesta, estar con él... Pero el miedo es más grande, incluso más que su insistencia: “creo que te asustaste y ahora es cuando más me necesitas para que no se pierda esto”. Pero no entiende que el amor no lo puede todo, si lo sabré yo que siempre he visto el adiós con un montón de sentimiento atrapado en la conciencia.
Igual me da un poco de coraje porque si sí era EL qué pésimo timing, no le tocó el carruaje convertido en calabaza, pero el pobre padeció mis peores días, por eso a veces siento que lo que le hacía ilusión era el afán proteccionista de algunos a los que el libre comercio les saca roña, no sé, lo que me queda claro es que lo que menos he necesitado en los últimos dos años ha sido un abrazo marca no-te-preocupes-sunshine-que-aquí-estoy: guácatelas. Somos los primeros en culparnos; es necesario, pues, comenzar por extender esa culpa a todos, para diluirla. Me gustaba más pensar que el santo estaba de parranda y que me estaba quedando mal a que me hubiera encontrado el amor tan pronto, porque yo no estoy bien y no voy a estarlo con alguien a mi lado. Así es el hombre, mi estimado señor; tiene dos caras: no puede amar sin amarse. Todavía no puedo y sólo así iba a lograr hacer entender al Rockcito, y aún así cómo lo voy a extrañar, es esquizofrénico, pero cómo me hace falta. Porque mientras más me acuso, más derecho tengo a juzgarlos. Aún mejor, hago que se juzguen a sí mismos, lo que me alivia en proporción. Al final lo que menos me gusta es saberme débil y cursi, con el sentimiento de fracaso porque sólo quería compartir risas y lo superficial, pero oficialmente me declaro incompetente, al menos en el corto plazo. No podemos nunca afirmar la inocencia de nadie, mientras siempre podemos afirmar, con certeza, la culpabilidad de todos. Todo hombre es testimonio del crimen de todos los demás.
Caminaba así en la superficie de la vida, como en palabrería, sin ninguna realidad. ¡Todos esos libros apenas leídos, esos amigos apenas queridos, esas mujeres apenas tomadas! Hasta me sorprende la razón de mi comportamiento con todos los demás, la patología es evidente y no la veía. Como si hubiera querido pagar a todas las mujeres con la deuda que había contraído con una. Soy egoísta, qué horror; me encanta saber que por primera vez estoy conociéndome conscientemente, y tengo miedo, es algo que no quiero compartir, quiero disfrutar al máximo este sentimiento y se vale querer entenderlo sola hasta que pueda decir que el miedo al riesgo de volver a perder se vaya. Cada exceso disminuye la vitalidad y por consiguiente la sensibilidad. El libertinaje no tiene nada de frenético, contrario a lo que se piensa, no es más que un sueño. Lo que sí no se vale y ahora lo entiendo, fue involucrarlos de manera inconsciente porque hay veces que la gente escucha lo que quiere oír, y por mucho que yo advirtiera que nada de títulos (ni el de la carrera) ni de sentimientos, esas cosas son más volátiles que la Franja de Gaza, pero bueno, si no leyeron el reglamento tampoco acepto el cien de culpa. Quiero que sepa que siempre he tenido éxito, y sin gran esfuerzo, con las mujeres. No digo que yo haya logrado hacerlas felices, ni siquiera ser feliz yo gracias a ellas. No se vale haber dejado mal al género porque las rudas por lo general lo somos por mariconas, y, como dice el Kiddo, pobre de la próxima que esté con él, porque tristemente el desbalance de karma en el mundo es real, pero de ése sí yo no tengo la culpa. Aparentaba ser tan duro y nunca pude resistir el ofrecimiento de una copa o de una mujer; puesto que tenía necesidad de amar y ser amado, creí estar enamorado.
Desde el momento en que comprendí que había algo en mí que juzgar, comprendí también que había en ellos una irresistible vocación de jueces. Las personas se apresuran a juzgar, para no ser juzgadas ellas. Es increíble la simbología del subconsciente, sigo asombrándome con la capacidad que tenemos de darles vuelta a los problemas por el temor de enfrentarlos, estoy aprendiendo y me vale que mi identidad freudiana me diga que chinchín el que llore, para la próxima prometo llorar hasta el vómito y la inconsciencia cuando pierda algo, así sea un partido de la selección, me vale, pero yo ya no me vuelvo a tragar ningún trauma...
La libertad no es una recompensa ni una decoración que se festeja con champaña. Es una tarea, por el contrario, y una carrera a fondo, muy solitaria y muy cansada. No hay champaña ni amigos que levantan su copa, mirándote con ternura. Está uno solo en una sala triste, solo en el banquillo de los acusados, frente a los jueces, y solo al decidir, ya sea frente a uno mismo o frente al juicio de otros. Al final de toda libertad hay una condena; he allí por qué la libertad es un fardo demasiado pesado para cargar, sobre todo cuando se tiene fiebre, o se tienen penas o no se quiere a nadie.
"Sé qué hay en tus ojos con sólo mirar, que estás cansado de andar y de andar, y caminar girando siempre en un lugar. Sé que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de ti, te ayudará, vale la pena una vez más.
Saber que se puede, querer que se pueda, quitarse los miedos, sacarlos afuera; pintarse la cara color esperanza, tentar al futuro con el corazón. Es mejor perderse que nunca embarcar, mejor tentarse a dejar de intentar, aunque ya ves que no es tan fácil empezar. Sé que lo imposible se puede lograr, que la tristeza algún día se irá y así será la vida cambia y cambiará. Sentirás que el alma vuela por cantar una vez más. Vale más poder brillar que sólo buscar ver el sol." DT (y no, el hecho de cerrar con esta canción no indica que le voy al PG, ¡que Dios me ampare!)