Cualquier parecido con la realidad es mera tronadera...
El primer síntoma era mi exceso de conversación y desde que cogimos el búho (allá se acostumbra eso, yo qué) ya traía debate por todo. Que si la cuestión occidental es definida por el prepucio -sé que es fuerte, pero parece ser cierto, debería existir un estudio y ésa sería LA variable, nada de andarle buscando que si la cultura o la religión, no, no, el asunto es meramente circuncidal-; que si los colombianos pronuncian la jota casi como una ache y los españoles como una jota bien juertotota; que si blablá y cuando íbamos caminando hacia el piso, por el parque empecé a gritar porque entre las sandalias y la calle empedrada, mi histeria se convulsionó al ver que el calor había desinhibido a las cucarachas que parecían tan asqueadas y atemorizadas como yo, sólo que sin tantos gritos. La filosofía de botellón es terrible, te hace meditar cosas tan verdaderamente estúpidas que al día siguiente uno no sabe si está listo para el premio Nóbel o pa’l perro, de plano.
La noche había tenido cuatro personajes principales: una celayense residente en Italia (mi prima Magri), un polaco perdido en un doctorado de la Complutense (el Bartolo), un norteño con ínfulas de chilango en el barrio de Pío XII (el Charlo) y una chilanga de marcha en Madrid (la loca). Ese día habíamos cenado con mis tíos y mi prima madrileños, Magri quedó impactada cuando conoció a mi tío porque sí, es la copia exacta de la clásica imagen del Quijote, ni cómo, eso le pasa por haber nacido en algún lugar de la Mancha, y desde allí había empezado la copa debatidora entre definiciones de nacionalidades y nacionalismos que qué flojera. Y nada, en el Palacio Gaviria, entre tantas anécdotas, nos dio por conocer la noche forocio de nacionalidades y a algún sueco que prefirió entregarle a una gringa springbreakera que me superaba en actitud, el tequila que traía para mí, claro que sé perder, no será la primera vez (¿eh? políticos mexicanos: sí se puede, sí se puede...)
Pero ya íbamos de regreso y yo seguía viendo las cucarachas y recordando mi trauma en París por las moscas tontaradas de verano (y no es adjetivo al azar, realmente eran tontas, tontas, de que el señor Miyagi nos la pela para atraparlas) y cómo efectivamente, en Europa las cucarachas son negras, negras, pero negras, negras (sin racismo, como diría Mecano “el ser negrito es un color, lo de ser esclavo no lo trago”); vaya ironía, vociferé, quién diría que en América las cucarachas terminarían siendo más claritas que las de acá, y la discusión se dejó venir con todo su potencial porque el polaco argumentaba que tal vez era por los rayos solares que no sé qué, y el ingeniero decía que seguramente era por wichuwi, y así todos sacábamos nuestra propia teoría hasta que Magri nos calló la boca: ¡qué más da de qué color sean, al final cuando se les pisa todas truenan igual!
Y es que mugre Magri, casi no habla, pero cuando lo hace... y es que no hay más que ver a los políticos para que uno diga que es verdad, no importa el color que padezcan, ¿a quién de verdad le importa México? Y no México como país, sino como un conjunto de seres humanos, de almitas que sufren y respiran y se emocionan con 600 pesos porque por fin alguien los toma en cuenta, por eso AMLO como trade mark no me parece tan satánico, lo que me parece grave es que haya usado el dinero que otros generamos para dadivarlo en su nombre con acciones que no hacen más que parasitar a la gente que no tiene de dónde agarrarse, entre otras cosas. Porque no me parece justo que vivamos dividiéndonos cuando todos sentimos y amamos y lloramos igual, sin importar el color o la ideología. No se me hace justo que vengan unos imbéciles a decirnos que ganaron o que se debe hacer una resistencia civil y armen panchos o vitoreen una victoria de panzazo, de esas que no se disfrutan porque hay división cuando debería haber unión; porque por primera vez he sentido que a la mayoría de la gente le importa y sabe que su opinión cuenta.
No soy de las que odia al Peje o ama a Felipe; no soy priista ni me asusto. Entiendo que vivo en un país desigual y no por eso estoy orgullosa de ello, al contrario, por eso me molestan las prácticas clientelares y los subsidios que terminan hundiendo al país en inflaciones irredimibles y dádivas insultantes que denigran cualquier dignidad. Me molesta lo que está pasando a mi alrededor porque estoy viendo a mucha gente fanática, incluso amigos míos, personitas que mueren de ganas de creer en lo que sea. Y se creen lo que sea, que si fue fraude y ya arman líos; que si no lo fue y defienden sin tenerlo claro. Y todos meten las manos al asador y van a terminar quemándose, y lo peor es que nos van a terminar quemando a todos cuando no se dan cuenta de lo que dijo mi prima, no se dan cuenta de que el poder corrompe y no dejo de imaginarme a la Ley de Herodes, eso me enoja y los veo despotricar y pelear y sentir que se cometen injusticias o que se hace ley; no se dan cuenta de que simplemente son borregos arrastrados por una ola que va más allá de su buena fe, no se dan cuenta de que el populismo no distingue ideologías y va de izquierda a derecha arrastrando los buenos propósitos; no se dan cuenta de que la violencia sólo nos va a terminar fregando y que quien no tiene argumentos accede a ella: ojo, no lo digo exclusivamente por “Obrador”, ése es un triste concepto que tampoco es exclusivo.
Y los veo moquetéandose sin saber por qué; a veces los oigo como entre chiste de Pepito y película de Capulina donde se da un spin informático y la gente ya no sabe ni por qué pelea, pero ahí le sigue, y a veces leo la Jornada y el Reforma como estudio Estados Unidos: con asco por el sesgo terrible y la parcialidad flagrante e insultante a cualquier intelecto, y entiendo que existan quienes todavía compren las rebajas de verano pensando que el precio es una ganga. Y sólo es por necedad, porque el capricho se había planteado años atrás y a todos les dio por ofuscarse en ser presidentes de un país que si no se reforma a la de tres se va al carajo a la de una: ¿quién en su sano juicio se anima a gobernar sin mayorías?, ¿quién es capaz de enfrentarse sobrio a las mafias del narcotráfico?, ¿quién se avienta el reven del ISSSTE, IMSS y las pensiones?, ¿por qué la gente no es capaz de ver que hay más intereses personales que el de sacar adelante a la banda? Pero ni en una mala copa, y ya con Alemania tuvimos suficiente, no hay que ser. ¿Y por qué no tengo la facultad de creer que los “políticos” (inserte aquí a su consen: ¿amlo?, ¿fecal?, ¿fotz?) tengan la sensibilidad de pensar que México es más que un concepto abstracto -hay gente aquí, por cierto-? Y me molesta la polarización del pópulo que apoya a uno o a otro como si realmente se les fuera la piel en ello, cuando no ven que al fin y al cabo las cucarachas truenan igual, no importa si sean negras o cafés, o amarillas o azules: cada cual lucha por su supervivencia, a costa de lo que sea, incluso si se trata de fregar a un país, por eso a mí -con o sin sandalias- me dan asco las cucarachas, porque al fin y al cabo todos tenemos el potencial de tronar como ellas...
2 comentarios:
Que bueno que no dejaste tu blog! Saludos y gracias por escribir.
lo último muy bien dicho, ya la gente a estas alturas cree que vivir la democracia es dejarse llevar por sus devaluaciones futuras y Fobaproas, jejeje.
lo mejor es tener la idea firme de que el que quede en la silla sea el de las profesias de los codices Mayas por mera motivación, yo mejor me mantengo al margen de Herror y me saco mis propias conclusiones como veo que lo haces tu, muy bien pensado
saludos.
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