Creo que exageré al hablar sobre mi odio septembrino. Ahora que lo analizo en retrospectiva, me doy cuenta de que a pesar de mis deudas arrastradas por las olas australianas y mazunteras, de las pérdidas fraternales y telefónicas, de las lluvias huracanadas y de las fiestas inconclusas, septiembre se mostró lindo conmigo en varios aspectos. Podría mencionar muchos, pero lo dejaré simplemente en que me dio los lunes, los jueves, los viernes y el messenger para hablar con mis hermanos y saber que les está yendo muy bien.
Tal vez quien no quería cooperar con el pobre mes era yo, pero ahora nada más por esa razón prometo reivindicar al género de los meses y hacer las paces con el calendario en octubre. De ahora en adelante seré la defensora del calendario. He dicho.
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