Ahí estoy yo, tratándole de ocultar al mundo –y en especial al operativo alcoholímetro- las cinco cubas que traigo encima. Me doy cuenta de que pasó algo pues los coches empiezan a frenar, segundos después me encuentro atrapada en un eje vial que degeneró en estacionamiento. No hay vuelta atrás, ni adelante, ni a la derecha, ni a la izquierda, ni para arriba porque todavía no se inaugura el segundo piso. Los policías recorren las hileras de coches varados para avisarnos que hubo un accidente y que por el momento no podemos pasar, que esperemos diez minutos. Siento un escalofrío mientras Ana pelea con Lucía porque ésta quiere asomarse como entre morbo y curiosidad y la primera, que la conoce mejor -y hasta la regaña porque le gusta el Big Brother-, sabe que no es bueno hacerlo porque esas cosas luego no se le olvidan y se va a sentir mal, que sacie su ansiedad con los reflejos de las luces. Mejor súbele a Luis Miguel, esa canción es buena. Los veo merodeando por las máquinas cerradas que les dicen que no y pienso que qué mala onda, que son más de las once y esos chavos sigan trabajando. Tal vez por estarlos viendo, invoco a uno que se acerca a la ventana y desde afuera me pide que baje el vidrio, al principio me da miedo, pero lo miro a los ojos y no sé si porque vengo con fiesta encima me da confianza y termino obedeciendo. Me entrega una rosa que tiene en la mano y me dice que es la última y no cree venderla con ese relajito, pero que mi sonrisa la vale.
No hay mejor mercadotecnia pues me siento mal de que me la regale y le ofrezco pagársela (qué bueno que no te tomaste la última porque en principio, con la sexta siempre pierdes Ana Lucía y aparte quedarías muy mal con este cuate). Con una mirada sincera y la bolsa de resistol que trae encima me dice que es un regalo, que no me la está cobrando y que no acepta. Le ofrezco entonces un cigarro, ése sí lo acepta y hasta me pide otro para el rato, me da risa y mejor le dejo la cajetilla con los pocos camellitos que quedan, a cambio de uno para mí: el del deseo, no sea que me lo vayas a piratear y no, no te digo qué pedí, si lo digo no se cumple. Como el plantón va para largo, se instala a mi lado y me cuenta y nos preguntamos y fumamos. Yo adentro y él afuera, yo con mi abrigo y sin frío, él con el suéter medio temblando. Me atormento. No puede ser que vivamos aquí y así. ¿Cómo llegué a este coche y a esta noche? ¿Cómo pueden existir “¿niños?” de la calle? ¿Qué le pasa a esta sociedad, a esta ciudad, a este país, a este mundo y a mí? ¿Quién me puso aquí adentro, y a él afuera vendiendo flores? ¿Y quién de-mo-nios puso a Belinda?
Buscando otra estación donde no se escuche el “I’m soooooooorry...” -que tanto a él como a mí nos choca- recibo una de las mejores lecciones que la vida me ha dado. La recibo de él que no ha terminado primero de secundaria, aunque sí tiene ganas de acabar algún día, pero mejor ya no planea su vida, sólo la vive. Me habla del accidente que está frente a nosotros y que yo no he querido ver porque no he querido. Me dice que yo debería aprender pues manejo, que él aprende de la calle, como de lo que acaba de pasar porque lo vivió también viéndolo. Y yo le doy toda la razón, porque él existe, a pesar de que por comodidad a veces no lo quiera ver. Me hace reflexionar en cuántas ocasiones he arriesgado mi vida y en cuántas también las de otros, incluyendo la suya, incluyendo hoy.
Me pregunta si YO he tenido un accidente. Niego con la cabeza y se ríe: “ya sabía”. ¿Cómo que ya sabías? Se te ve, se te nota que nunca te ha pasado nada. Creo que mi cara lo vuelve a decir todo: “no te espantes, ya ves, es que eres re-transparente”, se ríe y me empieza a contar. De la indignación de parecer ante un desconocido como aburrida porque “se me nota” y del susto que obedientemente se me quita cuando él lo dice, paso a escuchar su historia. Lo abrazo con los ojos y le digo que no sé qué decirle; se ríe y mientras, enciende el segundo cigarro junto con un “ya te volví a espantar, ¿verdad?”. A lo lejos se oyen las ambulancias y yo le pido con la mirada que deje de contarme esas cosas porque en el fondo me asusta salir de mi bolita de cristal pues soy una miedosa, ni con mil cubas se me quita lo maricona, perdón.
Se empiezan a escuchar los motores arrancar y me despido de los quince minutos que viví con Martín mientras voy avanzando. No quiero ver ESOS coches, no quiero oír ambulancias, no quiero que el olor pase ni pisar los vidrios, pero todo está frente a mí e irremediablemente pienso en EL. Pienso en que era un jueves como hoy. Pienso en esa maldita noche que la selección ganó y yo perdí parte de mi seguridad y ya no quiero pensar más, porque es más cómodo, porque eso sí duele y ya no quiero y yo estaba contenta, y mis amigos, y las risas y mejor me concentro en Modest Mouse.
*Hoy volví a ver a Martín, a lo lejos, a tres hileras y a tres semanas de distancia. Él con más flores, yo con más cigarros. Sin tanto frío, sin Belinda, todavía sin segundo piso ni cubas y esta vez sin accidente y con tinto. Le toqué el claxon, pero me tocó el siga. Ya será otro jueves, el clan espera...
4 comentarios:
Hola, antes que nada como siempre contando las cosas comunes con una magia inusual, felicidades, en verdad hasta haces que nos imaginemos una ciudad bonita!
Bueno pues no se ustedes, pero yo, que antes me declaraba anti Belinda y todo lo que ella representa, ahora soy un ferviente admirador, sobretodo desde que saco su video en ingles. En esta crisis que vive la musica en español, de la cual sobretodo te das cuenta al encender el radio, Belinda es uno de las pocas artistas que se salvan y ponen en alto la musica pop mexicana.
Saludos, Yo!
Pues creo que en esta ocasión he de discrepar rotundamente -cosa rara porque solemos coincidir en la mayoría de los casos- NO ME GUSTA BELINDA... ¡¡¡No traten de hacerme creer que sí que me van a volver loca!!!
¿Belinda pone en alto la musica pop mexicana? ay x Dios!!!!!
Claro que si, ya veran que Belinda será muy pronto el nuevo exponente de la musica pop latinoamericana. La verdad es que la estan manejando muy bien, como su nuevo exito en inglés, va a ser el equivalente de Luis Miguel en sus mejores epocas.
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