miércoles, junio 29, 2005
The American Dream (Episode 2 – Grande y Cañonsísimo)
sábado, junio 25, 2005
Listoncitos
Primer Acto Ana Lucía mira los listones de calcomanía/imán pegados como epidemia en muchísimos coches y pregunta su significado. Se le explica que son como las pulseras de plástico estilo Livestrong, que al comprarlos se dona dinero para alguna fundación y terminan siendo una moda ¿altruista? bastante redituable. Lulú Marina no puede evitar poner cara de fuchi cuando se acerca a leer el listón amarillo pululante: “Support Our Troops”. Segundo Acto Mientras ella reniega de los colmos del fascismo chauvinista que supone ver en los listones, el Vic Brother le cuenta a su hermana traumada algo que la trauma aún más (sí, siempre se puede un poco más): la historia de su amigo. Phil tiene 22 años, hace cinco consideró como buena opción para su futuro enlistarse en el ejército. Era una buena idea tomando en cuenta que sólo tendría que trabajar 4 años y después el gobierno le pagaría algo que ni él ni su familia podrían haber hecho: una carrera universitaria. Sí, parecía un buen proyecto y todo marchaba muy bien hasta que algunos aviones se estrellaron en edificios importantes “creando” al nuevo enemigo terrorista; su país quedó envenenado por un odio fomentado por el gobierno de unos tipos que parecen locos, pero que en realidad no son más que una bola de egoístas pragmáticos. Ante esta situación, la guerra contra quien fuera resultaba inminente y así fue como Phil visitó Irak. Él, como muchos de sus compañeros y amigos, como muchas personas en el mundo, como yo, nunca estuvo de acuerdo con la guerra. Él, a diferencia de mí, a los diecisiete no tenía muchas opciones y no pensó que la situación iba a ser tan crítica; su error fue haber querido salir adelante con una decisión equivocada que en su momento se veía muy lógica y de la cual no tuvo escapatoria pues la deserción es un delito grave que no sólo le hubiera afectado a él. Su suerte fue que hace un año su compromiso con el ejército terminó y ahora por fin estudia para ser ingeniero mientras pregunta por sus compañeros, por sus amigos del Escuadrón. Some of them, plenty of them are not coming back. Lulú Marina es llevada por el razonamiento y conocimiento de su hermano a los zapatos de los padres de Phil; al lugar de la hermana de Phil; a la desesperación de la novia de Phil; a los sentimientos de los amigos, los abuelos y de toda la gente que quiere a Phil y se pregunta si ante esto ella no hubiera comprado también un listón de apoyo a las tropas (no a la guerra) para su coche. No quiero meterme en más polémica por haber puesto el dedo en la llaga de la balanza que me hubiera dado como resultado -apegado a mi sentido subjetivo de la justicia-, una preferencia hacia el soldado del agredido por el uso legítimo de la ¿defensa? Simplemente me hizo sentir mal por lo cercana que de pronto me sentí, porque éste también es un lado de la historia, el lado del fuerte por afuera y débil por adentro. El lado que no me había puesto a analizar por mis prejuicios culturales y por la asociación negativa directa que me hizo verdugo de mí misma por ser algo que critico mucho: una persona intolerante. Phil pudo haber sido uno de los 1573; estuvo muy cerca, a casi nada de quedar en un número más para el soldado desconocido, pero él también es un ser humano, es una persona que siente y que tiene seres queridos, que ha sufrido y que no se pone de pie cuando escucha el himno de su país antes de los partidos de fútbol americano a pesar de haber luchado-por-su-patria, arriesgando su vida y su futuro que al final irónico era lo único que lo tenía allí. Tercer acto Ana Lucía enciende la tele porque cuando viaja lo que más le gusta ver son los anuncios comerciales y ve uno que la deja impactada. Comienza con una toma de lejos en una cocina; se trata de un diálogo madre-hijo afro-americanos. Ella, visiblemente afectada y enojada, le ruega a su hijo que cambie la decisión de enrolarse en el ejército, el argumento es que es muy joven y no sabe ni lo que quiere ni lo que está a punto de hacer. Él, muy conciliador y seguro de sí mismo, trata de convencerla de que es lo mejor que puede hacer, para él, para su familia y para SU país; le dice además que será por poco tiempo y que después podrá entrar a la universidad. La escena continúa pero en silencio mientras se oye al narrador: “It’s time to let them grow, for their good, for everybody’s good. U.S. Army needs them. Our nation needs them. Let them be free.” Se hace un close-up a la cara de la madre que sonríe acariciando a su hijo y le pide que le cuente entonces qué es lo que piensa estudiar cuando regrese. Él acerca una silla y ahora los dos felices hablan mientras se va formando como fondo una bandera de rayitas y estrellitas.
Yo me quedo en blanco para no ocasionarme una úlcera, con mil preguntas que jamás se podrán contestar, porque al fin y al cabo nadie supo ni cómo se llamó la obra...
Pd
Y como dice el señor Feben aquí, "la represión no será Tehuacán, sino melcocha y llaveritos..."
miércoles, junio 22, 2005
The American Dream (Episode 1 – The Columbus Affair)
Después de diez horas relacionadas con aviones, aterricé en Columbus, la capital del estado que en noviembre definió el futuro del mundo (y que me pasen una lana por la promoción y la subidísima de rating que le acabo de dar). No había dormido casi nada la noche anterior y durante el trayecto tampoco pude hacerlo; iba toda feliz, como niña chiquita. Amo viajar, aparte me hacen mucha ilusión los asientos de ventana y en los dos vuelos había sacado una A como garantía de una vista hermosa. ¡Ja! Quién iba a suponer que en ambos trayectos me tocaría aprender de memoria la turbina y el paisaje blanco de tuercas y advertencias no-step-!-caution-do-not-open-fan-cove-until-blablablá y mejor cambié a la estrategia de leer la revista compra-cosas-inútiles-que-salen-muy-caras y a hablar con Mr. T sobre las nubes de montaña rusa, por cierto que hasta hoy sigue sin quedarme claro si el mister iba a mi lado o había comprado la mitad de mi boleto al compartir parte de mi asiento por casi tres horas, pero al menos estaba relajada porque el güerillo de la aduana no me vio cara de terrorista y hasta bromeó: ¡Columbus! ¿Why would you go to Columbus, Ohio? Sonreí cuando el Vic Brother pasó por mí y claro, cómo está eso de que la princesita artrítica camine. No, no, no y desde el aeropuerto rentamos el cochecito que nos acompañó cinco días. ‘I’m not spoiled, only well taken care of’, me susurraba Lulú Marina dizque en inglés; allí íbamos por Ohio en el adorado PTCruiser, de esos que parecen carritos de funeraria y no wonder why si yo parecía que iba nadando de muertita.Recuento de los daños en fotografías aquí mero
PD