“Mala gente y en el infierno enterita, enterita te vas a quemar...”
(Para evitar embotellamientos, se recomienda la lectura por colores... lamentamos el empalme de ideas)
Estaba muy clavada leyendo el mail-cadena que acababas de enviar y analizando si tenía un significado oculto. Egoístamente metida en mi rollo, con mis traumas colombianos à la Shakira-Cerati, hasta que recibí la cucharada de mi propio chocolate y ahora era YO quien debía pedirle disculpas a alguien más. No, no intentes disculparte no juegues a insistir; las excusas ya existían antes de ti. Con el coraje que te sigo guardando porque ése día me puse mal por tu culpa, porque si no te hubieras comportado como lo hiciste en tu despedida, yo no hubiera estado ni estaría triste por ti, y seguramente tampoco habría tomado tanto. Rompí la Regla de Oro, cometí un error etílico imperdonable, porque sobria ni con el mayor aburrimiento lo hubiera hecho, un error intransferible aunque de dos, pero por estar preocupada por otros rollos ni le había puesto cuidado a las consecuencias que iba a tener. No, no me mires como antes, no hables en plural; la retórica es tu arma más letal.
Lo más paradójico es que no sé hasta qué punto es lógico guardar rencor porque al fin y al cabo, si no te hubieras puesto así, yo no me habría dado cuenta y tal vez después hubiera sido peor. Ayer que me enteré de que únicamente había habido réplicas hacia mi persona, el primer sentimiento que tuve fue igualmente egoísta, la única hundida era yo; no era justo porque el error había sido de dos y fui yo quien primero se dio cuenta de la estupidez poniéndole un alto. Voy a pedirte que no vuelvas más, siento que me dueles todavía aquí (adentro). Y que a tu edad sepas bien lo que es romperle el corazón a alguien así. No sabes el trabajo que cuesta no contestarte, no preguntarte cómo te va, cómo te sientes, cómo estás; como tampoco sabes lo que se siente cuando me repito -con el único afán de atormentarme- lo que dijiste por desprecio y que igual dolió (Y es así como se va enredando el cuento; como se va torciendo el tiempo; como te quedas ciego; como te vas creyendo tus propias mentiras y como el silencio se vuelve un lamento de guerras perdidas). El impulso fue cediendo a un sentimiento que jamás había tenido, me da miedo llamarlo odio porque no quiero visualizarme como una persona capaz de odiar, pero jamás había sentido un desprecio tan grande por alguien a quien llegué a considerar un amigo. No se puede vivir con tanto veneno.
Resulta irónica esta ciudad, justo cuando crees que ya estás afuera, pasa algo que te vuelve a meter. Ayer me encontré a la T y hablamos de ti... y de mí, pero yo ya no quiero saber más nada porque quién pudo ser tan ciego para chocar de frente contra el fuego como mariposa. Fue por eso que decidí escribirle al otro y decirle lo que siento desde el instante en que sucedió, el mismo sentimiento que tuve cuando todo estaba pasando y que les hizo recapacitar a las únicas dos neuronas que estaban haciendo sinapsis. La esperanza que me dio tu amor no me la dio más nadie, te juro, no miento. Me da por extrañar y por sentir coraje porque por fin aprendí qué significaban los pasos de gigantes cuando tú ibas para allá y yo iba para acá, ya ves que cuando se me complica la vida, me cuesta el entendimiento. Lo que me enfureció fue pensar que lo de menos era que yo lo hubiera llegado a considerar mi amigo porque para el otro sí era su amigo. Porque los dos le hicimos daño a aquél, pero tuvo oportunidad de haberle dicho mucho tiempo antes: la primera vez que intentó algo y que no pasó nada; ahora le resultó más cómodo hundirme a mí para librarse. Dilema del prisionero donde el que pega primero, pega más fuerte. No se puede morir con tanto veneno. Y me enojo porque contigo no puedo enojarme, esto es cold case y pesa más la rabia que el cemento, pesa más el sentido que el sentimiento porque podemos hacernos daño, podemos odiarnos tanto, podemos perder las riendas, ¿ya no te acuerdas de cuando los astros se rieron otra vez y la llave de Mandala se quebró? No me podía quedar callada y no por mí. Yo ya no tenía nada que ganar ni que perder. Estaba muy molesta porque de pronto se me vino la visión de este monstruito lleno de envidias que sólo quiso hacerlo sentir mal a él y después el monstruito era yo porque es evidente que todo el rencor que tiene hacia mí es porque lo lastimé más yo que él. No se puede dedicar al alma como un gran intento, pesa más la rabia que el cemento.
Y yo no quiero eso para ti y yo no quiero eso para mí. Mala estrategia tratar de ser mi psicoanalista panchero, lo dicen tus paisanos: Freud está más en desprestigio que Marx. Me quedaste conociendo, dicen en tu tierra, aunque también tampoco porque a fuerza de tan boba, esta historia se volvió interesante, “de moda y en el mood”, tu frase... Como diría el Midas McAlister “el infierno debe ser un lugar donde te encierran con tus consecuencias y te obligan a lidiar con ellas”. Y yo estoy tratando de lidiar con mi estupidez y mis ansias autojusticieras, más la respuesta al mensaje que envié: cada quien tiene lo que se merece... Espero, que no esperes que te espere después de mis 26, la paciencia se me ha ido hasta los pies, y voy deshojando margaritas y mirando sin mirar, para ver si así te irritas y te vas.
Ma vie en rose el día de ayer se vistió de que te vaya bien, que te aplaste un tren y que te aplaste bien, pero ya qué: de una u otra manera -para los tres- yo ya estoy en el Carajo, o al menos me estoy yendo. También tengo un arrepentimiento diferente para cada uno de los tres casos y eso es peor: al final cada quien tiene lo que se merece. Ésa es mi veldá.
3 comentarios:
A decir de Saramago (a quien a partir de ahora será señalado como "don José", pues su apellido es muy otro), cuando ocurre una separación, quien se ve más afectado no es el uno ni la otra, sino "la tercera persona" (para esto recomiendo acudir -si no es que ya lo ha hecho- a la novela "Todos los nombres").
Según "don José", el nudo que se hace en la garganta (eso que M.H. definía de forma magistral como "cuando en la dentadura/ sientas un arma,/ sientas un fuego/ correr dientes abajo/ buscando el centro..."), no es coraje ni rencor ni nada parecido: sino parte de los malestares y dolencias que padece "la tercera persona".
Y esto no se trata de "aderezar la realidad para que suene bonita" ni de un paliativo moral ni nada por el estilo, simplemente de que no vale la pena dañar a alguien que nisiquiera tiene la culpa de nada (la llamada "tercera persona") y de paso dañarse a uno mismo.
Nada puede justificar el dolor y, este mundo en particular, el mundo de las ofensas y los sinsabores, ya está demasiado amargo como para aumentarle unos cuantos gramos de injusticia.
Por lo que sea, no se haga daño, ¿vale la pena?
Cuídese harto y le mando un abrazo piojil (pero abrazo al fin y al cabo) y espero que, por lo menos, la recomendación de la novela anteriormente citada sea de su agrado.
hemíptero navegoso
"Alguien dijo alguna vez, que la mejor terapia para el olvido es el odio. Que si ella (el) se va se debe cuidar de nosotros porque le declararemos el odio y la guerra. Pero sabes, al final suele pasar que el odio es bastante aburrido. Porque además no se lo cree nadie. Quiero decir que a ella (el) no le afecta que el taladro de nuestra mirada le traspase porque no se siente culpable. Normal.
Así que al final uno decide olvidar y tirar para adelante. Seguir en el camino y en la búsqueda. Hacer repaso de lo que hemos andado; quedarnos con lo bueno y tirar lo malo..." I.S.
:D
sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha sha...
"por el aliento gélido de la mentira
: como si los frutos del imperioso destino
fueran de nuestro agrado" carlosasecas, marzo 2003
WOW
Prometo leer el libro. Gracias...
Buena canción Fan Club
:)
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