* Para no dar link en las palabras marcadas, la recopilación visual se encuentra aquí.
Comenzó como uno de los viajes peor planeados de la historia. Ese día en la mañana no me quedaba claro que podría lograrse y cuando por fin estábamos en la carretera ni siquiera teníamos seguro el lugar en donde dormiríamos, pero éramos felices ya que nos habían proporcionado una IAVE y las casetas se abrían ante nuestros ojos de lero-lero al mirar a los que tenían que hacer filas inmensas. Queríamos playa y ya, pero ya.
Pasaban de las 9 de la noche cuando llegamos a Acapulco y el tráfico nos hizo desistir de quedarnos ahí. El scout propuso buscar algo en -tengo prohibido decir el nombre porque compañeritos de viaje temen que se popularice, ¡como si tuviera esa influencia en las masas!-, a menos de veinte minutos de la costera de Playa Chilangos. Cuando llegamos nos enamoramos del lugar, del hotel, de las antorchas y veladoras, de los velos blancos onda tú y yo somos uno mismo y del precio.
Sólo nos exigimos el cumplimiento de tres reglas, la tercera era que con excepción de las dos primeras no habría reglas. Haciendo uso del peor de los humores negros y sin buscar ser ofensivos, sólo recordando que en las noticias sobre los tsunamis se dijo que casi no habían muerto animales pues instintivamente habían buscado los montes, propusimos como regla principal el que si veíamos a los bichitos alejarse de la playa tendríamos que seguirlos sin miramientos. La segunda regla era permanecer en modalidad “EL QUE PIENSA PIERDE”; me enorgullece saber que la mayor parte del tiempo fui la ganadora, pero hubo momentos en los que de plano amiguitos la seguían tan bien que nos hacían perder a los demás al PENSAR si la tontera era actuada o sincera. Nos entregamos a los vicios, incluso a los del lenguaje. Siguiendo la segunda regla no encontrábamos las palabras adecuadas para describir y hasta creamos nuevos conceptos como el de “piloso”, término con el que rebautizamos al amigo trabajador que nos alcanzó después de que ya llevábamos unos días de repetir más de dos veces las cosas cada vez que hablábamos (¿qué? ¿qué pasó? ¿qué dijiste? ¿mmh? ¿¡!? Ay, perdón, no te escuché... Sí, la regla dos ya la teníamos incrustada hasta en la actitud) Él venía emocionado y con ganas de ir a bailar y fiesta y fiesta, pero nosotros, tan enamorados de nuestro hotelito, preferimos chelas en la playa viendo las estrellas; así admiré a la Luna hermosa que me vuelve más cursi de lo normal, a Venus, a los Reyes Magos que le trajeron un cinturón a Orión y escuchamos al gallo.
Y el gallo. No pude dejar de plantear mi duda, mi gran duda. ¿Llora, canta o grita? En el momento realmente me angustiaba saberlo, ahora simplemente me intriga, sigo votando por la primera opción aunque los demás digan que canta, pero no es porque lo haga o porque suene bonito sino porque el español es romanticón y punto. Tal vez mi fobia gallinácea ya no me permita ver positivas a esas aves más que en comida, pero para mí suena a lloriqueo o a grito feo, si eso es cantar pues no sé por qué se quejan de que yo soy desentonada, percepciones distorsionadas. Terminé terriblemente albureada porque mi pregunta se trasladó a otros idiomas, en inglés el gallo llora (“long loud cry of the cock”), y entre cock y cock yo dañé mi reputación de Lola la Trailera, pero siempre orgullosa de seguir al pie de la letra la segunda regla, mis neuronas –las pocas que me han sobrevivido- estaban demasiado bronceadas como para reaccionar a los chistes rojos de la triple X.
Fue un viaje superficialmente productivo, comprobé una vez más que si a las mujeres la revista Cosmo nos gusta, en los hombres causa fascinación. Pasamos largas tardes de lectura con tests para saber por qué no encontrábamos el amor y si éramos amigos alfombrita, arpías o estelares; los chicos apoyaron la regla de los cinco segundos -que a decir verdad, yo desconocía-, se supone que una actitud molesta e imposible de cambiar del sexo masculino es que si cae algo de alimento al suelo, tienen cinco segundos para recogerlo, si pasa de ese tiempo entonces sí, ya está sucio (¡!... ¿y las mujeres somos las complicadas?).
Y la simpleza llenó los silencios. En la alberca hicimos castings para ver quién se quedaba con el papel de:
a. el tiburón
b. él/la chic@ que sufre el ataque del tiburón
c. la chica sexy saliendo del agua sin un solo cabello en la cara y sube casi sin mirar los escalones, siempre sexy-sexy
d. la foca del acuario que recibe los pececitos del entrenador al ritmo de sus propios aplausos y el “au-au”
b. él/la chic@ que sufre el ataque del tiburón
c. la chica sexy saliendo del agua sin un solo cabello en la cara y sube casi sin mirar los escalones, siempre sexy-sexy
d. la foca del acuario que recibe los pececitos del entrenador al ritmo de sus propios aplausos y el “au-au”
Yo a lo que me acerqué más fue a la foca, pero no obtuve el papel de nada, y del Óscar ni hablamos (¡ejem!) Cuando actuaba de tiburón me daban mucha risa los gritos de quien actuaba como el/la chic@ que sufría el ataque y tenía que salir antes de mi embestida; cuando le hacía de chica atacada siempre terminé golpeada y por bruta porque con los nervios y para huir, yo solita me pegaba con todo; lo de la chica sexy vaya que es difícil, todos estuvimos de acuerdo y ya no juzgaremos a las muchachonas de los videos o de las películas gringas ya que sí se necesita una habilidad superior, yo perdía al prácticamente respirar agua y desistí; la foca es de lo más fácil, pero siempre había alguien mejor que yo. Ni modo, nuevamente hicimos felices a otros turistas y a algunos meseros que veían el casting divertidos.
Entre montar a caballo, intentar leer el libro que NO me dejaron terminar, canasta, sol, arena, mar, y blue pill anti-artritis se me iba la vida. Un día jugamos a tomar y tomar en el cuarto, en cuestión de segundos la fiesta se unía a nuestro ritmo y al día siguiente amigos se reían al recordar (dichosos ellos) Yo sólo cantaba en mi excéntrico y a la vez inocente humor negro: “La mente cuando baja la marea, por puro instinto de conservación, intenta cauterizar cada huella... para que no se ahogue el corazón. ¡Aire! Ahora cuando baja la marea y el naufragio es total, qué pena”. Sí, soy 100% humor caribeño...
3 comentarios:
Que mal rock! En todas las fotos que subiste sali dormido.
Excelente reseña!!!! me reí horrores y por supuesto me dieron mil ganas de regresar... tenemos que hacerlo eh?? besos
La ganadora del Oscar...
No corazón pilosito, no es q en todas las fotos que subí, es que en todas las fotos del viaje sales dormido... No es mi culpa, al contrario, hasta me agradeciste por haberte despertado xq si no entonces sí te hubieras perdido EL rock, jajaja
Jajajaja ganadora del Óscar, sólo lo recuerdo y me dan mucha risa tus gritos y ver a los meseros riéndose de nosotros... definitivamente te volvería a dar el premio mil veces, y ps yo sigo teniendo la tarjeta del hotel así que sólo es cuestión de llamar. Lástima que ya no va a estar Sean (Shön, o chon) para que nos haga reír, pero en fin...también debí haber escrito sobre eso, pero lo había olvidado.
Y Mister Scout, qué lástima que no tenga usted acceso a los comentarios, pero estoy muy ofendida por el mail que mandó. Tengo que aclararlo antes de que termine por arruinar mi reputación: YA NO ESTOY EN EL MOOD “EL QUE PIENSA PIERDE”!!! ...creo
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