- ¿Quién es Fulanito?
- ¿Fulanito? Un amigo.
- Ya, sí, un amigo, pero saliste con él, ¿no?
- Mmmm, sí, esteee, sí salimos un tiempo.
- Bueno, pues te va a volver a buscar, mucha conversación, mucha plática, mucha conversación.
- ¿Quién es Sutanito, Perengano Sutanito o Mengano Sutanito?
- Mengano Sutanito, mmm-miiii ex-nononovio, ¿pppor?
- Ya, pues hay una mujer en su vida, pero no te ha olvidado; muchos rencores y daños, hay que conversar, platicar, mucha conversación.
- ¿Quién es X?
- Una tía que se murió.
- No, está viva, ¿quién es X?
- ¿X? No, aparte de mi tía no conozco a ninguna X... ¡Ah, no, sí! ¡Es mi prima! -sí, mi coeficiente intelectual rayando en los negativos, mala idea que la gente tenga apodos desde la cuna-. Sí, mi prima se llama X.
- Ya, ella está lejos, pero necesita mucho apoyo, mucha conversación, apoyo, mucha plática, mucha conversación.
- ¿Quién es Y?
- Pues mi hermano.
- Ya, sí. Está en el extranjero, no te preocupes, todo bien, todo va a ir bien, no hay que preocuparse, no te preocupes, mucha conversación, mucha plática, todo bien. Así fue sacando nombres, claro, empecé a desconfiar con el listado. ¿Quién es Martín, Úrsula, Jacqueline, Ernesto...? Era lo que yo quería saber así que no, pues ni idea. Pero le atinaba a unos muy difíciles y eso me confundía, hasta los nombres compuestos los decía e iba sacando poco a poco conclusiones que embonaban perfecto con mi relación hacia esas personas y a las que no conocía me decía que las iba a conocer (mi sospechosismo en total alerta roja). Todavía no sabía lo que le había dicho a Sis y sólo tenía la versión de Cuchis, que en sí misma era lo suficientemente fuerte como para hacernos pensar a las dos que no nos estaban estafando. Pero yo seguía adentro y para esas alturas mis nervios se habían materializado en una ligera sudoración de manos y una discretita y congelada sonrisa. ¿Qué le pasa a esta vieja? Una parte de mí se negaba a creer que era cierto, iba como con coco-wash de que no me iba a sugestionar con nada de lo que me dijera y cuando me dijo que de salud estaba bien, pude respirar hondo: lo sabía, tenía que ser un timo. Fui reiterativa y le volví a preguntar ¿entonces no tengo nada, estoy bien de salud? Sí, al menos ya no tienes que preocuparte por lo que te estabas preocupando. A ver, está bien que mi índice reumatoide haya disminuido de 181 a 128 en 6 meses, pero aún así estoy más de 100 puntos arriba de la condición normal. ¡Bien! Tranquila Ana Lucía, te dije que todo era estafita y ya. Aún así la espinita no salía, seguía con la duda enorme de cómo le atinó a esos nombres (y a muchos más) y a otras cosas; en la recapitulación de los hechos todas nos negábamos a que la mujer fuera realmente una vidente y nos decíamos, “es que claro, te va sacando información y piensa tan rápido que saca conclusiones que pueden llegar a embonar perfecto”. Obvio es eso, ¿no? Ajá. Y de pronto alguien volvía: “pero no entiendo cómo pudo saber que mi hermano está en el extranjero”, “sí, o lo de mi familia, eso casi nadie lo sabe”, “bueno, pues a mí también me sacó de onda que haya dicho justo ése nombre, digo, no es así como Juan o Ernesto, o sea, está difícil”, “sí, sí está de pensarse, como cuando te dijo lo del negocio de la comida, digo, pudo habérmelo dicho a mí, pero te lo dijo a ti y así como que cara de chef no tienes, digo, sin ofender”, “ajá, y en cambio a ti que te dijo que le bajaras a la fiesta, o sea, como que sí le atinó a cada quien y no es que alguien le hubiera podido decir, porque amiguita que nos recomendó esto ni siquiera sabe la mitad de esas cosas”, “sí, eso es lo único que me deja pensando que no sé qué pensar”. Pero mentía porque había más cosas que me siguen haciendo pensar que no sé qué pensar; porque también me dijo que me dedicaba a algo que tenía que ver con el extranjero, que estaba en un momento de transición y que no debía preocuparme porque el trabajo llegaría, que tenía que concentrarme en lo que estaba haciendo, que el amor estaba a la vuelta de la esquina (obvio que con esa declaración uno paga hasta una fiesta) y, a pesar de haberle pedido que no me dijera cosas negativas, lo escuché. Vas a irte a estudiar al extranjero y te vas a casar allá; vas a tener tres hijos, no, dos. ¿Cómo? ¿Tres o dos? Tres, pero dos. Ya no quise indagar más y me quedo mejor con la conclusión de amiguitas: claro, tus gemelitos y otro, o el VicBro “es el chamaco que querías adoptar, ¿no te acuerdas?”. O b v i o. O cuando hizo la declaración que me hizo palidecer y salir con la cara más lívida de las tres porque podía esperarme todo menos que me dijera que me habían hecho algo: ¿Cómo que un trabajito? Sí, un trabajo, daño, pero ya estás limpia, tienes buena estrella, te están cuidando bien. Ya estás limpia. Sigo sin encontrar conclusión lógica a varias cosas, tiendo a creer que estas personas son expertas en las reacciones de los demás, pero no sé... Las tres estamos igual de sorprendidas y no sabemos ni qué pensar, así que mientras trato de adivinar los entramados incomprensibles de la ciencia ficción, ahí les encargo que sigan contribuyendo para la buena estrella que lucha contra los trabajitos. ¡Qué ironía! Yo que hasta hace poco rogaba internamente “cómo me gustaría tener un trabajo” y algún despiadado haciéndome un trabajito a escondidas... ¡Hay que ver!