"...dice su ruego de coraje y de pasión;
una promesa y un suspirar, borró una lágrima de pena aquel cantar"
Aterrizamos en Buenos Aires y antes de ir a Montevideo tuve una pequeña embarradita en el taxi de una ciudad que desde el primer instante me enamoró. Esperé dos días para regresar, y las tres horas para cruzar el Río de la Plata se me hicieron trasatlánticas; con todo y mis divagaciones “a este río le falta una buena untadita de Brasso, o de algo con ácido clorhídrico porque esta plata está muy manchada, ¡qué estaban pensando estos españoles cuando lo bautizaron así!”, lo que sí es que es impresionante el tamaño, hasta uno llega a pensar que es mar. Viajaba yo sola porque el papi iba de trabajo (en eso habíamos quedado, ya no me hagan sentir mal); desembarqué alrededor de las 3 de la tarde y mi primera impresión de Buenos Aires fue pleonásmica “¡impresionante, qué ciudad!”, la primera impresión que tuvo Buenos Aires de mí fue “¡pobre chavita pe#&eja!” (cosa absurda y de la misma forma pleonásmica pues mezclando jerga mexico-argentina lo segundo quiere decir lo primero en mexicano, es decir, chavita se dice como lo segundo, bueno, al menos yo sí me entendí en este lío de descripción que acabo de hacer). Así me veía yo, como el típico ejemplo de lo que no se debe hacer cuando uno es turista: poner cara de tal. Por eso en cuanto me di cuenta del peligro que corría si se me seguía cayendo la baba, cerré la boca y muy dignamente me fui caminando como el Borras meets Vicente (¿a dónde va Vicente? A donde va la gente). Bastante patética mi primera perdida en el barrio del Retiro; yo sentía que la ciudad se me hacía un pañuelito, llevaba muy estudiadito el plano que me habían dado en el aeropuerto así que no hay pierde, digo, namás es cuestión de salir del barco y caminar por el puerto hacia la derecha unas 10 calles y luego a la derecha. ¡Ah! Pero es que me encanta ponerle retos a mi intelecto y con tal de no parecer tonta me fui detrás de los expertos en su propia ciudad hasta que en una bifurcación cada quien tomó su camino y yo me quedé como perrito sin dueño en medio de un crucero hiper transitado, con repeticiones de no pasa nada, sólo no pongas cara de turista, no te delates, no pongas cara de que no sabes. Gracias a mis apariencias de seguridad terminé caminando el doble de lo debido hasta que me harté e hice lo que debí haber hecho desde el primer instante, primera acción piola del viaje. “Hola, buenas tardes, ¿se encuentra Teresa?”. A Teresa la conocí en un pueblo (“ciudad” universitaria) belga de menos de 20,000 habitantes, la mitad estudiantes; las dos íbamos de intercambio y a la pobre le tocó convivir con un corro latino formado por 10 mexicanos, 2 habitantes del país entre Ecuador y Venezuela, dos españolas, una peruana, algunos italianos, uno que otro belguilla (¡ejem!), hungaritos, griegas, checos y otras nacionalidades medio perdidillas dentro de la latiniza. Pero en realidad mis hermanísimos del alma eran mis 3 potosinos consentidos y ella, bueno, esha. Yo no veía la hora para volverla a ver y por eso peleé con papi “me voy antes a Buenos Aires”; el plan era que me quedaría en su casa, pero me daba mucha pena llegar a las 3 de la tarde cuando ella regresaba del laburo después de las 6, pues sólo conocía a una de sus 4 hermanas, la única que ya no vivía en el hogar paterno. Buenos Aires tiene buen humor y con toda la gracia que me causan sus ocurrencias, dividieron el barrio de Palermo en 2: Palermo Soho (área de barcitos, restaurantes y zona chic de decoración y alta costura) y Palermo Hollywood (se localiza una televisora y las calles aledañas están repletas de gastronomía y más bares... ¡cómo no, si es Buenos Aires!). Pues me armé de valor y tomé un taxi que me llevó a Palermo Soho, una de las zonas más bellas de la ciudad, a un departamento justo frente al Jardín Botánico. No terminaba de tocar el timbre cuando dos chavas corrían hacia mí “tú eres Ana Lucía, ¿cierto?” Fue cosa de subir y ya era gran amiga de las hermanas de Teresa, unidas-por-las-telenovelas, ¡patético! Allí estábamos las tres en la sala hasta que la más chiquita (16 años) lo preguntó. ¿Y vos sos actriz? ¿Actriz? No, cómo crees, ¿por qué? Es que hablas como en el Canal de las Estrellas. ¡Vaya amolada! Ahora resulta que voy por la vida sonando a La Madrastra, Locura de Amor, Soñadoras o El juego de la vida; no, de plano voy a terminar de pisotear la autoconfianza si me empiezo a sentir Marimar, Gata Salvaje... o La esposa virgen. Total que nos echamos dos horitas de conversación súper productiva, yo les contaba los finales de algunas telenovelas mientras ellas hacían lo propio con el de Rebelde Way (somos peor que los japoneses al copiar, no me extrañaría que en unos dos añitos importáramos también la idea de Floricienta, pero en México habría que quitarle el cienta y sería sólo Flori, así como a Rebelde le quitamos el Way, esta cultura de albures de a peso). Y mientras los diálogos fluían con facilidad, yo padecía mi primer ligue argentino: Jack (aka Shack), un rottweiller purasangre que me vio cara de madre de sus cachorros (uno de mis peores ligues en la vida, y vaya que me he esmerado en tener malos, por mucho que presuman el pedigree); bendito fue el momento en el que la Tatis se apareció y me llevó a cenar a Recoleta (otro de mis barrios porteños favoritos), con los millones de argentinos fiesteros que toman el reven por los cuernos desde el martes (bueno, al parecer siempre están en fiesta). Pero nosotras teníamos un retraso de más de tres años de chisme intenso de ex-novio casado, artritis, maestrías, hombres-van-y-vienen, viajes y qué-sabes-de-fulanito-sutanita-perenganito así que no pelábamos al rededor (alrededor), menos cuando nos dio por abuelear y recordar esos seis meses de cerveza belga, fiesta y papas fritas. Al día siguiente nada de buenos días, perdone señora, buen día será. Es que a los mexicanos nos da por hablar en plural y buenos... los ojos de Ricky Martin, digo yo. Y Ana Lucía pudo haber escogido horario flexible, pero qué les pasa, soy turista y como tal no he de dormir así que despiértame cuando te vayas a trabajar y así tendré más tiempo para conocer tu ciudad. A las 9 de la mañana me encontraba desayunando cuando supe que la familia divina de mi divinísima Teresa ya me tenía organizado un plan de turisteo alternativo: Hoy es el día de la primavera, el día del estudiante; es fiesta nacional y los jóvenes estudiantes inundan las plazas para hacer un picnic colectivo en honor a la estación del calorcito, vení conmigo y te muestro cómo viven los argentinos, esto no lo ven los turistas normalmente. Y me fui a recorrer los Lagos de Palermo y todas las plazas aledañas junto con Agus, la hermana de 21. Podría decir que sí, que qué bonitos los lagos, que muy europeo y la arquitectura y los jardines, pero lo que me encantó fue haber conocido al “verdadero” Bs As, haber estado con una familia “típica”, haber comido lo que comen ellos, con su mismo horario, haber compartido así todo un día que yo tenía designado para la Avenida de Mayo y un poco de San Telmo para conocer la “cultura”, pero ¡oh, bruta yo!, si la verdadera cultura era ésa. El paseo que me dio Agus junto con sus amigos, la convivencia con gente de carne y hueso que por primera vez tenían un acento mexicano fuera de la pantalla y ese día de botellón formidable con tantísimas minas y pibes en pleno hábitat. Pero tuve que despedirme temprano pues esa noche llegaba el papi y su hija tenía que ver que la reservación del hotel estuviera en orden y esperar a que Teresa pasara por mí a las 6 y cuarto; era miércoles y conocería lo que hasta el día de hoy me parece uno de los conceptos más brillantes que los bonaerenses le han dado al mundo: el after-office de la noche porteña...
5 comentarios:
mientras no te digan que hablas como laura león en 'dos mujeres, un camino'... vas de gane!
Recordando Momo: «Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente (...) entonces se hace bien la tarea (...) De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle». Es una lección de Beppo Barrendero también para quienes tienen que alimentar a diario una página web.
Saludos! Marce
Quitarle "cienta " a Flori... ése fue más fino que un vino de tetra pack.
Este post ha sido sublime y envidiable. Aplaudo, con los ojos llorosos.
Hartos saludos y a ver pa' cuándo ese café...
Do-ooos muje-e-e-e-e-e-res un camino-o-o-o-o-o...
He de aprender de esos consejos, ya entendí la indirecta, prometo escribir más seguido... Gracias Marce
Sí, creo que a veces me paso con mis comentarios prosaicos y soeces. Hoy voy a cambiar y ps ustedes digan ranita y yo salto, ya ven que aquí los tengomuchosproyectos son uds. Gracias don Febenísimo!!
Que buen texto Ana Lucía,me gustó la descripción que hiciste de la ciudad donde el tango nació...a mí me tocó vivir una experiencia similar en la capital Argentina hace tres meses. También me maravillé con todo lo que hay que ver allá. Mi residencia temporal la fijé en San Telmo, un lugar mágico, donde la bohemia reina. Al igual que tú, también traté de no actuar como turista y terminé perdiendome, pero en fin, dicen que cuando uno se pierde conoce más. Bueno....Suerte!! Fernando, un Chileno en B. Aires.
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