Supongámonos en un sitio en trance entre pueblo exportador de hombres y ciudad en crecimiento; en una zona donde la gente pregunta comenzando con afirmaciones: ¿sí me puedes pasar la sal, por favor?, y donde a las cuatro de la tarde se huele el cempasúchil quemado que fungió como tinta para colorear los blanquillos (pobres gallinas ponedoras de a mil). Supongamos que en dicho lugar existe un reconocido arquitecto, uno de estos hombres con gran trayectoria y fortuna envasada al vacío gracias al talento y al trabajo; de estos tipos que se convierten en Midas y que una vez que crearon fama pueden vivir de ella pues el trabajo sigue tocando a su puerta à la knocknocknockinonheavensdoor. Supongamos que así fue que terminó concursando para quedarse con la licitación del proyecto del “malecón”; de estas ocurrencias geniales que les da por idear a los políticos cuya falta de visión de política pública termina en exceso de decoración “¿sí se han dado cuenta de lo maravilloso que es tener un río en la ciudad? ¡Uy, sí! Sólo falta que lo limpiemos un poquito y podemos crear toda una infraestructura turística en esta perla de ciudad: hacer un corredor con boutiques, restaurantes y cafecitos a la orilla del río. ¡Qué domántico! Bueno, pero también habrá que poner algunas viviendas, digo, aprovechando la construcción. Sí, sí, hagámoslo.”Gritaban emocionados los grillitos mientras se les hacía dólares la boca: nos vamos a forrar si nos quedamos con el proyecto. ¡Uy qué padre, jubilación segura undostrespormíyportodamidescendencia! Pues bien, supongamos que la historia continúa bastante técnica entre papeleos, planos y revisiones hidráulicas con todo y el inicio de la construcción y las envidias generadas porque al arqui más picudo le tocó bailar con la más bonita. Supongamos que esas envidias fueron a parar en los corazoncitos de los nuevos ricos de la comarca, los que no mucho tiempo atrás empezaron a gozar de las mieles del poder vaticánico, pinareño y demás. Ahora supongamos que a unos meses de haber sido iniciada la construcción, la hija de don arquitecto picudísimo es secuestrada y comienzan las desgracias pa’l ñor. Que si tantos milloncitos pa’l rescate; que si sí nos vemos en Puebla; que mejor en Nuevo León; que quéhubo mano, te tardaste con la lana y ps yastamos en Quintana Roo con todo y tu morrita; que no te dijimos Cancún, ¿sí no escuchas bien? te dijimos Tijuana, y el pobre hombre, con tanto turismo cardíaco dejó la construcción a la Santísima Providencia porque sin la niña de sus ojos nadie es capaz de ver claro... y con un infarto pues ya Dios dirá así que ciaociao licitación, auf wiedersehen delirios de grandeza para el río del Bajío -al menos para su constructora- y say goodbye a la concesión porque qué cree señor don picudísimo, que don junior mayor nos acaba de demostrar que su constructora, si no es mejor que la suya, al menos sí podría estar al pendiente de este proyecto, ya sabe de las casitas estas de interés social que les interesan tanto a todos, ni modo y ahí pa’ la próxima mi buen, ¿sí me permite que continuemos trabajando? Al final yo me quedo suponiendo el olor a quemado de la flor de los muertitos y con mi cara de fuchi los dejo elucubrando sus propias suposiciones, yo mientras supondré que se me quitan las ganas de vomitar, pero qué va, ¿si sí todo es suposición, no? Lo bueno es que dicen que suposición no es lo mismo que supositorio, desde luego...
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