Después de un día ajetreado con festejos de primavera y de mis incursiones en el fantástico mundo del mate y de cebarlo, emprendí mi camino en solitario por las largas rutas y el tráfico porteño vespertino. Existe una mala fama que persigue a los argentinos como los tipos soberbios y engreídos sencishitoycarijmático que no cuadra con lo que viví. Mientras iba en el taxi que me llevaría de Palermo al hotel en el centro, me hice gran amiga del taxista que despotricó en contra de Menem, de Kirchner, de Bush y de Castro: y es que nuestra América Latina está tan mal, ya ve que recién dimitió el presidente del Congreso del Brasil y en México mataron al Ministro de Seguridad. ¡¡¿Qué?!! A ver, ¿perdón? Es que no le escuché bien, cómo estuvo eso último. Sí, iba en un helicóptero y lo mataron, dicen que del narcotráfico, recién dieron la noticia... En cuanto llegué al hotel intenté verificar lo anterior y en CNN me enteré de que todavía estaba desaparecido el helicóptero, cuando regresé supe que había sido un accidente y al final a nadie le queda claro nada, sólo al taxista argentino convencido de un asesinato.
Teresa me había advertido que los miércoles por la noche se acostumbra ir al boliche (al antro, bueno, hay quienes todavía las llaman disco). ¿En miércoles? Sí, sí, no bueno, tranquila, es de pasar después del trabajo, cenar ashí mismo y regresar temprano, a las doce o a la una. Mi corta imaginación no daba crédito de que el miércoles la rifara de viernes o sábado y que la gente fuera al antro como una situación habitual y no como algo extraordinario tipo el chilanguísimo coktail. Nosotras acostumbramos ir a Opera Bay, un bolichito en el puerto. ¿El que parece el Opera House de Sidney?, preguntó una extranjera medio bruta y bastante obvia, y es que mientras iban cruzando el río, el papi y su hija se preguntaban qué sería aquel lugar: ha de ser una sala de exposiciones, o tal vez un teatro, no, aquí en la guía oficial no dice nada, pero sí, seguro, es una sala de exposiciones. Y nos quedamos con la certidumbre de que era una sala de exposiciones.
Eso sí, me había advertido amiguita, tenés que vestirte de oficina. Pues ni modo, a comprar algo porque en mi comodinismo mental le había dejado la maleta al padre “total, si voy al antro será jueves, viernes o sábado y el papi llega el miércoles, aparte qué flojera andar cargando todas mis cosas, mejor sólo me llevo la mochila y listo”, pero nada de listo porque tuve que comprar de último momento algo ejecutibolichantrero; el grado de rotez mayúscula lo obtuve cuando estaba saliendo del shopping (centro comercial) y súper naca terminé en la zona de perfumería, también había abandonado a Anaïs en Uruguay así que fui absolutamente infiel a mis principios aormáticos y la muestra de Pleasure sirvió para comenzar el ataque de mi primera noche auténticamente porteña; a punto estuve incluso de hacerme una prueba de maquillaje, pero el tiempo, gran aliado de la decencia, lo impidió rotundamente.
Llegamos al Opera Bay y regresé a mis recuerdos de antro de moda de primer mundo en el que hay filas inmensas para poder llegar tan sólo a la cadena. ¡Ah! Pero yo no contaba con la astucia y las palancas que manejaba So, la hermana de Teresa, y es que el lugar tiene capacidad como para cinco mil almitas, afuera en la cola había como mil horas hombre porque si hubiéramos sido mortales de los normales seguro entrábamos hasta las 12 para salir corriendo a lo undostressequemalabas. No, no, no, la pobre mexicana incauta fue a parar con gente muy precavida y con grandes contactos errepeísticos porque nos saltamos al pato vica (cadenero), y la puerta de VIP se nos abrió con la gracia de San Pedro al haber sido de los elegidos del cielo porteño. ¡Bárbaro!
2 comentarios:
Al parecer has logrado dejar a tus fans... literalmente... SIN PALABRAS.
jejeje... triste, pero cierto... ya regresarán sólo pa seguir fomentando tu diversión, habrá que ver...
:P
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