lunes, enero 31, 2005

Al servicio de la comunidad... - La del boleto de más

Lulú Marina, como siempre al servicio de la comunidad, ha decidido en esta ocasión atender al llamado desesperado de auxilio de una chiquitina quien, por razones de seguridad más que de vanidad, se autodenominó la del boleto de más (que no boletera, que quede claro).

Querida Lulú Marina:

Uno de mis mejores amigos se casa en doce días. Estamos invitadísimos a la boda mi acompañante y yo, ya tengo los boletos y casi todo, bueno, no sé qué ponerme y de eso dependerá mi peinado y demás, pero ése no es el tema que me preocupa en este momento. El problema es que no tengo acompañante. Es más, no sé si ir acompañada. Siempre me pasa lo mismo, cuando tengo pareja estable nunca tengo compromisos sociales de este calibre, estoy soltera y las invitaciones llueven.

Cuando me invitó mi amigo, pensé en mis familiares, pero ya está bien de dependencias en mi vida. Esas cosas las hacía cuando estaba en la prepa, pero ya no estoy como para andar invitando a mi hermano o mis primos cada que no sé qué hacer. Al ir pensando con quién iría, empecé a sentirme agobiadísima y francamente terminé sin solución Lulú Marina. He pensado incluso en ir sola nada más para ya no tener más líos cerebrales y abrumarme por pensar que no me voy a divertir si estoy tratando de quedar bien con el fulanito.

Si voy con el profesor, entre mi artritis y su vejez treinteañera nos la pasaremos sentados; si invito a otro, voy a tener que estar presentando y qué flojera; si le digo a perenganito, igual y piensa que quiero con él y pues lo que menos necesito ahora son complicaciones sentimentales; si invito a algún amigo, corro el riesgo de que el novio se moleste por mi indiscreción ya que mis amigos se conocen unos a otros y puedo herir susceptibilidades de “por qué a mí no me invitó”; y si es un amigo de otra banda, seguro me reclamarán los demás y no quiero ir por la vida perdiendo amigos así como así. Como verás estoy en un gran lío de pantalones, claro, porque pensé en ir con una amiga, pero pasa lo mismo que con el rubro anterior y ya quedamos que las tortillas no son mi fuerte. No sé qué hacer.

¿Qué hago Lulú Marina? ¡Ayúdame por favor!

La del boleto de más

Querida “del boleto de más”:

Comprendo tu situación desesperada, pero no creo que sea como para que te ahogues en un vaso con agua. Si no estás convencida de querer ir con alguien pues ve sola, vivimos regidos por el postmodernismo así que qué más te da. Que te preocupa no tener con quién bailar, no es cierto porque van a ir muchos amigos y conocidos y recuerda la boda del 2004 en la que también fuiste sola, pero bien acompañada por la bola de borrachos que cantaban y bailaban Timbiriche, ¿te quedaste sentada un solo momento? ¿te quedaste callada toda la noche? ¡NO! Hasta casi conociste a alguien, así que qué mejor si es una boda a la que van a ir algunos amigos tuyos (está bien casi todos con novia, pero las novias también van al baño y se cansan, ¿no?), y además vas a ver a mucha gente que hace mucho no veías y seguro la novia debe tener primos guapos o amigos interesantes (sí, tal vez exageré, pero uno nunca sabe).

Ánimo amiga y deja que el destino fluya, pero dale una ayudadita y no te compliques la vida, ir a una boda sola no es tan malo, al fin y al cabo es una fiesta, ¿no?... Total, ya estás medio acostumbrada a bailar contigo por la vida.

Siempre, Lulú Marina

viernes, enero 28, 2005

Borrón y cuenta nueva

Es políticamente incorrecto decirlo por mi trayectoria y reputación como miembro fundador activo del FUNAR y su consigna de ardidez. Creo que el dolor va siendo menor (ya era hora después de ¿ocho, nueve meses?). Saber que ya está con alguien no fue un golpe que me haya tumbado, de hecho, en cierta forma me regocijé (cómo me gusta esta palabra, es como bíblica). Sí, acepto que inmediatamente lo conté, pero después no fue priming dentro de mi agenda y eso le da esperanza a mi causa pues habla de una pronta recuperación fuera de esta historia que ya nos tenía mareaditos. Es difícil aceptar que ya casi no hay nada, por eso he intentado atormentarme pensándolo con ella e imaginando cómo es y cómo son juntos y por más que lo visualizo no me lastima (sí, qué enferma). Por única vez en cinco años no siento celos y eso sí que es noticia de primera plana en mi vida.
“Porque el olvido es una forma de pensarte” dice SantAna Bárbara, y yo ya no pienso olvidar. Al contrario, ya puedo recordar sin coraje ni nostalgia Marsella, Ámsterdam, París, las más de cinco horas que pasé en el aeropuerto de Bruselas para verlo el día del cumple que conocí a Eugenio. Puedo ver a Eugenio sin tener ganas de llorar e irónicamente sé que ya es el momento de guardarlo en una caja para que dentro de unos años lo vuelva a ver y sonría, como ahora veo a Capuleto -todo viejito a sus casi 7 añitos- como uno de los peluches de feria más feo y a la vez más lindo del mundo. Ya no trato de omitir los recuerdos de Acapulco, de Veracruz, de los tantos viajes a las tantas playas “vírgenes” que conocimos en el Pacífico, de las arruguitas de su cara cuando se reía (en especial cuando me daba por hacerla de poeta o de cantante), y de todas las tonterías que era capaz de hacer y de decir que me hacían reír mucho. Así como con Animale, reconozco desde lejos Minotauro y siempre va a existir una asociación, pero ya no es negativa.
Sonrío al acordarme de su mirada cuando cortábamos y me decía que quería estar conmigo sin hablar. Me da por sonreír también cuando recuerdo los planes que teníamos. ¿Éramos nosotros los que íbamos a estudiar en Reino Unido terminando la carrera? ¿Era yo la que pedía que fuera París, pero sólo para estar junto a él hasta me puse a buscar escuelas en Londres? ¿Fuimos nosotros los que planeamos la mega fiesta que íbamos a hacer cuando se hiciera oficial? Todavía hay quienes confiesan que lo que más les molesta es que el reven se canceló. No, ahora no sufro al recordar esos planes ni que íbamos a ser la envidia de los chavitos que vieran a dos viejillos súper enamorados de la mano. Ya no vamos a ser nosotros y no me lastima, en algún momento fuimos la envidia de muchos viejitos: “¡Les amoureux, les amoureux!”.
Tal vez también venían de la mano la tristeza, la decepción y el coraje, porque se me está olvidando el funcionamiento de la bilis que se activaba con nuestra lucha de egos, con sus ex, con sus amigos cuando me sentía en segundo plano, con la falta de detalles porque me considero una princesita y hoy sé que sí podía tenerlos, como los está teniendo con ella, pero el problema es que no fue capaz conmigo como yo no pude controlar mis “panchos” recurrentes con él; al fin perdí las ganas de esperar correos o llamadas suyas porque se me agotó el interés por conocerlo más; ya no me atormenta saber que desde hace mucho dejó de ser EL testigo de mi vida; incluso no recuerdo cuándo fue la última vez que soñé -dormida o despierta- con él.
Saber que ya está con alguien hasta me quitó un peso de encima, no sólo por el megabite al eliminar su carpeta de mi cuenta. No es como el peso de la vez pasada cuando anduvo con la que inocentemente se piensa creadora del club “Todas odiamos a fu&%$n’ Ana Lucía”; en esa ocasión literalmente sí perdí mis kilitos porque casi no comía y al enterarme estuve toda la tarde vomitando. Nadie me entiende y por mi historial es normal que resulte incoherente mi reacción, pero hoy siento un alivio. Era algo que tenía que suceder y, en el fondo, quería que pasara cuanto antes: yo solita no estaba logrando dejarlo ir. Hasta me siento bien, con ella confirmó el buen gusto que empezó a desarrollar conmigo (¡je!) y sin miedo a equivocarme puedo decir que es una niña linda (muy a la Timbiriche “ni yo misma me reconozco, me transformé”, sí, sigo haciendo campaña pa’ la santidad, igual en el 2085 me toca, si todos van adelantando más vale que yo también afiance mi hueso).
No sé si me encuentro en el antecedente para poder cerrar el libro, el círculo, la costumbre o la obsesión como dicen mis chicas. De lo que estoy convencida es de que estoy bien, y que desde hace tiempo no lo estaba pues me dolía. ¡A veces somos tan tontos! Antes, para no mostrarme débil ante los demás, juraba en público que ya estaba superado cuando realmente necesitaba un abrazo y gritar y llorar porque no lo podía creer; no lo entendía y me dolía mucho (y eso que el doc dice que tengo un umbral de dolor alto). Hoy me doy cuenta de que por fin desde adentro siento que no siento, que al menos ya no hay dolor, si acaso añoranza medio esquizofrénica por el amigo que en realidad nunca fue. “Hoy no es amor, no es ternura, no es odio ni amargura. Hoy no es pasión lo que siento, no es pena ni tormento...”.
Ya no hablo de él no sólo porque lo tengo prohibido (supongo que por la ache-u-e-uve-a que al hacerlo voy contagiando como epidemia y que al final era lo único que le transmitía), sino porque ya no me interesa hablar de él. Y no hay contradicción con la línea anterior y el por qué escribo esto, porque viéndolo suena más lógica mi falta de emociones y me hace sentir que sigo siendo la misma a pesar de no sentir ni celos, ni rencor, ni enojo, ni amor. Así lo veo más claro y compruebo que no es una impresión de hace poco, que tal vez esté empezando a ver el laberinto desde arriba y no desde adentro. Hasta me sorprende que leyendo lo anterior veo que ni siquiera lo hice en formato directo, lo escribí en tercera persona y eso me hace sonreír al confirmar la teoría de que él ya no es el priming que fue durante los últimos cinco años de mi vida, porque ya lo veo con el pasado de él y no con el presente de . Por primera vez desde entonces hay recuerdos sin nostalgia y me siento libre, todavía no sé si completamente feliz, pero sin duda totalmente libre.

*Amiga: Sabes que me resulta más fácil escribir que decir, por eso esto va con dedicatoria especial para ti. Bien dicen los que dicen que saben, que el amor en todas sus facetas es muy egoísta, que incluso llegas a sentir que como tú te sientes nadie se ha sentido y que el consuelo que te dan los demás no te sirve, porque es cierto, no funciona si no sale de adentro. Por eso sólo piensa que si yo, siendo mucho más débil que tú, estoy saliendo sonriendo de esta, seguro tú también lo vas a lograr. Sólo evita el de reversa mami, segundas partes -a menos que seas verde, gorda y te llames Fiona- no son tan buena opción. Siempre ten presente como yo, la enseñanza que me diste con la Ilusión del hombre perfecto. Gracias por ser mi cómplice de sueños y recuerdos, un, dos, tres, ánimo...

miércoles, enero 26, 2005

Diálogos de manicomio y gripa...

...o de cómo las neuronas resfriadas afectan la sensatez.

La primera historia me sucedió a mí. La segunda tuvo lugar en diciembre y tuve que pedir autorización para copiarla el día de hoy ya que después de digerirlo, mi propio diálogo me pareció tan irreal como el otro.

Riiiiiiing, riiiiiiing...
-Ana Lucía: ¿Hola?
-Supuesta amiga: ¿Qué onda tú, tienes gripa?
-Ana Lucía: No sé, igual. Es que me acabo de despertar, pero tú sí te estás muriendo, ¿verdad?
-Supuesta amiga: Sí, está cañón, no se me ha quitado. Que huev&%cita, eh... Oye entonces cómo le hacemos, ¿a qué hora pasas por mí?
-Ana Lucía: ¿? ... ¿No habíamos quedado en que tú pasabas por mí?
-Supuesta amiga: ¿? Nooooooo.
-Ana Lucía: Pues ya no entendí, ¿no se supone que querías ir a la Condesa? No, no, no, es más, me dijiste que a no sé dónde por la Casa Lamm por unos tés para aprovechar nuestro ataque de ruquez...
-Supuesta amiga: ¿¡!?... ¡Yo a la Condesa! ¡Me c4g@ la Condesa... y los tés! ¿Cómo te pude haber dicho eso?
-Ana Lucía: ¿¡!?...
-Supuesta amiga: ¿Eres Mariana?
-Ana Lucía: Nooooooooo... Creo que te equivocaste de número.
-Supuesta amiga: Uuuuuuups, lo siento.

*Justificación: Me acababa de despertar y su voz se parecía a la de mi amiga. Ella no tiene pretexto.


En una fiesta...
-Oscar: ¿... y hay algo bueno que ver en el cine?
-Salvador: Pues hace un rato que no voy al cine
-Oscar: Yo quiero ver la de 'Alexander'
-Salvador: Claro, claro, yo también. Soy fan de Sylvester Stallone y no me puedo perder esa película.
-Oscar: ...
-Salvador: ...
-Oscar: ¿Sylvester Stallone sale en 'Alexander'?
-Salvador: no, no... cómo crees... él es el director y.... No, no... perdón, el director es Oliver Stone, no Sylvester Stallone
-Oscar: Qué wey eres! A mí lo que no me late es que salga Collin Powell de rubio si Alejandro Magno ni rubio era.
-Salvador: ¿Colin Powell sale en 'Alexander'?
-Oscar: Pus sí, ¿no? Él la hace de Alejandro Magno.
-Salvador: ¿Qué ese no es Colin Farrell?
-Oscar: ...
-Salvador: ...
-Oscar: Salud!
-Salvador: Saluuud!


*Justificación: Oscar tenía gripa y estaba bajo los efectos del antibiótico (o al menos eso dijo) y Salvador trabaja mucho (o al menos eso dice).


lunes, enero 24, 2005

En el mar la vida es más sabrosa...

* Para no dar link en las palabras marcadas, la recopilación visual se encuentra aquí.
Comenzó como uno de los viajes peor planeados de la historia. Ese día en la mañana no me quedaba claro que podría lograrse y cuando por fin estábamos en la carretera ni siquiera teníamos seguro el lugar en donde dormiríamos, pero éramos felices ya que nos habían proporcionado una IAVE y las casetas se abrían ante nuestros ojos de lero-lero al mirar a los que tenían que hacer filas inmensas. Queríamos playa y ya, pero ya.
Pasaban de las 9 de la noche cuando llegamos a Acapulco y el tráfico nos hizo desistir de quedarnos ahí. El scout propuso buscar algo en -tengo prohibido decir el nombre porque compañeritos de viaje temen que se popularice, ¡como si tuviera esa influencia en las masas!-, a menos de veinte minutos de la costera de Playa Chilangos. Cuando llegamos nos enamoramos del lugar, del hotel, de las antorchas y veladoras, de los velos blancos onda tú y yo somos uno mismo y del precio.
Sólo nos exigimos el cumplimiento de tres reglas, la tercera era que con excepción de las dos primeras no habría reglas. Haciendo uso del peor de los humores negros y sin buscar ser ofensivos, sólo recordando que en las noticias sobre los tsunamis se dijo que casi no habían muerto animales pues instintivamente habían buscado los montes, propusimos como regla principal el que si veíamos a los bichitos alejarse de la playa tendríamos que seguirlos sin miramientos. La segunda regla era permanecer en modalidad “EL QUE PIENSA PIERDE”; me enorgullece saber que la mayor parte del tiempo fui la ganadora, pero hubo momentos en los que de plano amiguitos la seguían tan bien que nos hacían perder a los demás al PENSAR si la tontera era actuada o sincera. Nos entregamos a los vicios, incluso a los del lenguaje. Siguiendo la segunda regla no encontrábamos las palabras adecuadas para describir y hasta creamos nuevos conceptos como el de “piloso”, término con el que rebautizamos al amigo trabajador que nos alcanzó después de que ya llevábamos unos días de repetir más de dos veces las cosas cada vez que hablábamos (¿qué? ¿qué pasó? ¿qué dijiste? ¿mmh? ¿¡!? Ay, perdón, no te escuché... Sí, la regla dos ya la teníamos incrustada hasta en la actitud) Él venía emocionado y con ganas de ir a bailar y fiesta y fiesta, pero nosotros, tan enamorados de nuestro hotelito, preferimos chelas en la playa viendo las estrellas; así admiré a la Luna hermosa que me vuelve más cursi de lo normal, a Venus, a los Reyes Magos que le trajeron un cinturón a Orión y escuchamos al gallo.
Y el gallo. No pude dejar de plantear mi duda, mi gran duda. ¿Llora, canta o grita? En el momento realmente me angustiaba saberlo, ahora simplemente me intriga, sigo votando por la primera opción aunque los demás digan que canta, pero no es porque lo haga o porque suene bonito sino porque el español es romanticón y punto. Tal vez mi fobia gallinácea ya no me permita ver positivas a esas aves más que en comida, pero para mí suena a lloriqueo o a grito feo, si eso es cantar pues no sé por qué se quejan de que yo soy desentonada, percepciones distorsionadas. Terminé terriblemente albureada porque mi pregunta se trasladó a otros idiomas, en inglés el gallo llora (“long loud cry of the cock”), y entre cock y cock yo dañé mi reputación de Lola la Trailera, pero siempre orgullosa de seguir al pie de la letra la segunda regla, mis neuronas –las pocas que me han sobrevivido- estaban demasiado bronceadas como para reaccionar a los chistes rojos de la triple X.
Fue un viaje superficialmente productivo, comprobé una vez más que si a las mujeres la revista Cosmo nos gusta, en los hombres causa fascinación. Pasamos largas tardes de lectura con tests para saber por qué no encontrábamos el amor y si éramos amigos alfombrita, arpías o estelares; los chicos apoyaron la regla de los cinco segundos -que a decir verdad, yo desconocía-, se supone que una actitud molesta e imposible de cambiar del sexo masculino es que si cae algo de alimento al suelo, tienen cinco segundos para recogerlo, si pasa de ese tiempo entonces sí, ya está sucio (¡!... ¿y las mujeres somos las complicadas?).
Y la simpleza llenó los silencios. En la alberca hicimos castings para ver quién se quedaba con el papel de:
a. el tiburón
b. él/la chic@ que sufre el ataque del tiburón
c. la chica sexy saliendo del agua sin un solo cabello en la cara y sube casi sin mirar los escalones, siempre sexy-sexy
d. la foca del acuario que recibe los pececitos del entrenador al ritmo de sus propios aplausos y el “au-au”
Yo a lo que me acerqué más fue a la foca, pero no obtuve el papel de nada, y del Óscar ni hablamos (¡ejem!) Cuando actuaba de tiburón me daban mucha risa los gritos de quien actuaba como el/la chic@ que sufría el ataque y tenía que salir antes de mi embestida; cuando le hacía de chica atacada siempre terminé golpeada y por bruta porque con los nervios y para huir, yo solita me pegaba con todo; lo de la chica sexy vaya que es difícil, todos estuvimos de acuerdo y ya no juzgaremos a las muchachonas de los videos o de las películas gringas ya que sí se necesita una habilidad superior, yo perdía al prácticamente respirar agua y desistí; la foca es de lo más fácil, pero siempre había alguien mejor que yo. Ni modo, nuevamente hicimos felices a otros turistas y a algunos meseros que veían el casting divertidos.
Entre montar a caballo, intentar leer el libro que NO me dejaron terminar, canasta, sol, arena, mar, y blue pill anti-artritis se me iba la vida. Un día jugamos a tomar y tomar en el cuarto, en cuestión de segundos la fiesta se unía a nuestro ritmo y al día siguiente amigos se reían al recordar (dichosos ellos) Yo sólo cantaba en mi excéntrico y a la vez inocente humor negro: “La mente cuando baja la marea, por puro instinto de conservación, intenta cauterizar cada huella... para que no se ahogue el corazón. ¡Aire! Ahora cuando baja la marea y el naufragio es total, qué pena”. Sí, soy 100% humor caribeño...

domingo, enero 23, 2005

Tequila

Hay un anuncio de José Cuervo en el que salen unos amigos cenando. Cuando les traen la cuenta, uno de ellos se la apropia diciendo “la amistad no se divide”, inmediatamente otro se la quita y contesta “pues la cuenta tampoco”.
¿Será que es hora de desplazar ron por tequila?

jueves, enero 20, 2005

Artritis chateadora

Como una ironía más de la vida de las que por costumbre me he vuelto gran fan, resultó que a pesar de tener el ego muy alto y sentirme súper yuju, mi sistema inmunológico me rechaza y ha comenzado por atacar las articulaciones. Llevaba un año con dolorcitos en los dedos y no me habían preocupado gran cosa. Sí, dolía, pero al principio lo adjudicaba al hecho de estar frente a la computadora hablando con mis amigos y me causaba gracia pues no sabía la gravedad del asunto. Empecé a presentir que se trataba de algo serio cuando el frío se instaló en la ciudad y un día por primera vez me fue imposible levantarme, no como cuando “se te pegan las sábanas” y estás tan enamorado de tu cama que no te quieres alejar de ella. El sufrimiento venía doble cuando me movía y ya no sólo era de los dedos, éstos habían pasado a una etapa superior donde se engarrotaban con el anuncio del calambre que más que doler te deja inmóvil.
Con tanta sangre que me han sacado últimamente, Drácula se habría echado mínimo diez caballitos de “sangrita” (y se hubiera puesto high, agregaría el Peluches). En veinte días he ido cuatro veces a hacerme análisis, total que el brazo izquierdo ya ni para sacar muestras me sirve, la vena es súper maricona -más que yo- y se esconde cuando ve que la aguja se acerca. Y siempre es lo mismo: “abra y cierre la mano, por favor”. No hay respuesta, ése es uno de los movimientos que va más allá de mi voluntad y luego las señoritas pensando que no las escucho lo repiten varias veces “ponga la mano hecha puño”. En mi enojo con mi esfuerzo malogrado pienso: “A ver p&%$ja, si pudiera hacer eso –entre muchas otras cosas- ya lo hubiera hecho, por qué demonios crees que estoy aquí”. Al final, después de muchos esfuerzos y de comprobar nuevamente que solita no puedo, termino aceptándolo y pidiendo que me ayuden, bueno, sólo si izquierda ayuda a derecha soy autosuficiente, al contrario no funciona. Amiguitos se burlan porque dicen que es cuestión mental, no física, “no es normal que te digan puño y pintes cremitas, ja, ja ,ja”. Y con la gracia. Casi como Seth Cohen definiendo a sus puños como “los embajadores del miedo”, casi, casi. Eso sí, ahora tengo más análisis médicos que cosas que poner en mi curriculum, de algo servirá.
“Y me inyectaron suero de colores, y me sacaron la radiografía, y me diagnosticaron mal de amores, al ver mi corazón cómo latía... Ay negro mira búscate un catéter, inyéctame tu amor como insulina y dame vitamina de cariño, que me ha subido la bilirrubina”.
Índice de reumatología: 180 (la calificación más alta que he recibido y ahora sí nadie hace campana, ¡pamplinas!) Lo normal es estar en menos de 20. Pasé varios días sin decirle a nadie que la mañana se estaba convirtiendo en mi peor pesadilla ya que después de bañarme y conforme se iba acercando la noche el dolor iba desvaneciendo. Era inútil tratar de negarlo u ocultarlo. Mis articulaciones visibles se encontraban visiblemente enrojecidas y engrandecidas. Uno de los mejores piropos que me habían hecho llegó de un amigo –para gustarle tendría que cambiar de sexo por lo que considero que el comentario fue mucho más sincero-, un día me confesó que le gustaba cómo caminaba; definitivamente en estos días invernales lo que más delata el padecimiento es mi forma de caminar y supongo que dista mucho de lo que veía mi amistad. Con todo esto, en mi familia se dieron cuenta y me llevaron de la greña a ver a un médico.
Ofe dice que estoy así porque de chiquita no me daban de comer colibrí, a ella eso le daba su mamá para que no se enfermara y a sus setenta nunca se enferma. Ha de ser, paradójico resultaría que un pajarillo con tanto movimiento fuera artrítico (y el bichito negruzco del jardín tiembla –más de lo normal- pues me lee la mente: “muajajá, ahora cazaré colibrís, los asaré y los devoraré, muajajá, namás que me pueda mover los atraparé, aunque sea lo último que haga”) Dicen que también los piquetes de abeja ayudan, estos días he estado busque y busque a ver si una me “ataca”, pero básico con la Ley de Murphy, en la secundaria en menos de una semana tuve tres piquetes y hoy que sólo quiero uno parece que esos insectos están en peligro de extinción o de plano yo ya perdí el candor de las rosas (¿ya ves?, por andar de florecita rockera)
A este paso, en cinco años terminaré yendo a los antros en silla de ruedas, lo bueno es que amiguitas dijeron que me llevan así. Aunque pensándolo bien tiene razón la Gweni, espero ya no ir a antros para esa época. Artritis reumatoide. La sentencia es crónica y vino emparejada con mi depresión por no poder creer que lo que decía de broma se convirtió en un mal presagio, la edad me está pegando y por primera vez me he convertido en un ser dependiente, completamente dependiente de fármacos que no dan placer y simplemente quitan el dolor.
Mientras escuchaba el dictamen, una lagrimita buscó refugio mirando a la mami que estaba mi lado, mi sorpresa indignante fue verla sonreír, después supe que junto con el doctor tenían miedo al Lupus que puede llegar a ser terminal y, comparando, el adjetivo de crónico que acompaña a la artritis luce súper light, ¡y yo ni enterada de la angustia por la que estaban pasando! De manera sarcástica afirmo que todo este proceso me ha “sacudido”. He sentido mucho miedo, sé que no es para tanto, pero nunca me había planteado estas historias que traigo en la mente; la princesita está siendo trasladada del cuento de hadas a la realidad y de todas formas ésta sigue siendo bonita. Lo sé, quejarme resulta arrogante, pero no puedo dejar de recordar al papá triste que lo que menos necesita es una hija artrítica porque él ya vivió esto y sufrió con ella. Estas herencias que te cargan beneficios y deudas, ni modo, me tocó abuelear también papada y artritis. Mínimo ya gozaré de lugar preferencial en los estacionamientos y al menos reír no me duele. Y Lulú Marina sueña Remi esta noche: “Brinco, salto y corro feliz por los campos”...

martes, enero 18, 2005

Con un pie en la cárcel

Mi primer pensamiento es: ¡Qué bueno que ya vengo ambientada porque esto es como una primaria de noche y así yo no salgo ni en kermesse! Saludo al chico-antro, me pregunta lo mismo de siempre y le pido una “mesa coquetona”. Ventajas de tener amigas bonitas aunque no vengan conmigo, pienso. Me gusta la zona, inspecciono y lo veo a él. Gracias al humo seco lo miro como entre sueños, aparte porque lo primero que me despierta entre semana es su voz que después escucho a mediodía, y ahora está frente a mí, a menos de cuatro personas de distancia, pero una de ellas su esposa, evidentemente no lo suelta jamás –nada tonta- y obvio nadie nota que él es él porque no es de la generación Kalimba (y reiré de por vida al recordar a la Cuchis cantándole al oído: yo no sé mi amor qué hago besándote...), pero él es de MI generación y da las noticias y claro, así menos lo reconocen.
Amigos me retan: pídele trabajo. Acepto con la condición de que lo haré a la quinta cuba y si no su vecino de Yucatán -que esa noche está sobrio- reaccionará. Sigo tratando de conquistar valor cuando un hola ¿te puedo invitar algo? me hace darme la vuelta y ver que un bebé está a mi lado. Mis ideas son de una crueldad digna de mi amargue (¿se te perdió tu mami o tu chupón, corazón?), pero en la más fina actitud de antro fresa m&m%n sólo sonrío, tomo mi cuba, brindo con él y me doy la vuelta para seguirlo viendo a él. El chiquitín con una persistencia memorable decide omitir mi actuación y terminamos por caernos bien hasta que a mí me cae el veinte.
Veintidós ¿y tú? Mezclo la más estúpida de mis sonrisas con un jeje, le doy un tragotote a la cuba y respondo con otra pregunta, ¿cuántos crees? Unos diecisiete a lo más. De nuevo el je, je de mi parte. Sonrío y en una mirada de auxilio-alguien-sálveme-a-la-de-tres pienso que ya es hora de maquillarme más, mucho más, tal vez también empiece a ser conveniente la operación, o no, no le estoy atinando a la ropa, es hora de ser más vampiresa o dark y adiós a los bronceados. ¿Dónde quieres estudiar? Mi mente piensa en Chabelo diciéndole: Ojo, mucho ojo. Ahora qué hago, río o lloro, dónde quiero estudiar qué, ¡si supiera que estoy tan harta de haber estudiado tanto tiempo la licenciatura! Mi bloqueo me hace ser relativamente honesta “pues la verdad no sé ni qué quiero hacer de mi vida, ¿pero en serio tienes 22?” Se ríe un poco y me contesta que la verdad es que no, que tiene 19, pero que sus amigos le dicen que se ve más grande y pues para impresionarme. Je, je y tiro la cuba para, número uno, llamar la atención de mi gente que no acude al auxilio; número dos, mancharme y salir corriendo al baño ya que todo el antro se dio cuenta menos mis cuates que están al lado mío; número tres, quedar como efectivamente, la niña de 17 que tiene el primer ligue de antro y todo le sale mal; y número cuatro, regresar y darme cuenta de que por haber hecho tiempo, él ya no está.
Es la una y recibo la tercera invitación a la fiesta de mi ex. Mi situación es tan irreal que es imposible encontrar una explicación coherente; nos reímos demasiado a la primera porque ya habíamos acordado el gran plan hasta que supimos que se trataba de él, a la segunda sólo me decían que ya era muy mala leche del destino y la tercera se quedó sin adjetivos. Yo disfruto mi momento de ironía mientras trato de adaptarme a la nueva generación y a su onda Rebelde, pero no puedo negar mis orígenes. Crecí al amparo de Quinceañera, Muchachitas y pue’que Soñadoras, si algo soy será eso, no un Corazón al Límite ni un Rebelde que abre pista.
Acepto mi circunstancia y delato mi edad con el dididadada y el baile que sólo en nuestra mesa se sabe bailar. Las seguidoras requetebeldísimas lo intentan, no sin dificultades, yo pienso en mi década de experiencia al respecto, me enorgullezco y me dan pena: ambas manos se sacuden al mismo tiempo y por partida doble a la altura del costado derecho, se repite con el izquierdo; dedo índice derecho levantado y dando vueltas (dos veces) mientras el brazo izquierdo le sirve de plataforma, se repite con la mano izquierda siendo la plataforma ahora el derecho; se mueven los puños intercalándolos hacia arriba y hacia abajo a la altura del abdomen como si se estuviera enredando un hilo; mano derecha viaja al costado izquierdo mientras la izquierda hace lo mismo en el derecho; se coloca la mano derecha en la cadera homónima y se hace lo propio con la izquierda, se mantienen allí mientras se mueve la pierna derecha seguida por la izquierda, se regresan las piernas de derecha a izquierda; se salta hacia adelante y después hacia atrás manteniendo todavía las manos abajo de la cintura; se gira a la izquierda y se repite el salto adelante atrás, todo esto con el fin de formar un cuadro que lleve a la posición principal. Pienso que para eso sí que tomé valor y me sonrío complacida.
Termino la noche atormentándome porque si sigo yendo a estos sitios mis posibilidades de ligue cada vez tenderán más y más a cárcel, le reclamo al sonsacador, pero es que “en Canadá no hay doble cadena en los antros, no está el Popeye ni Chepe ni Mike, ni el ‘qué-asó-we’ o el ‘qué-onda-ka’, ni el ‘déjame el 80% de propina”, ni el ‘¿ya viste que allá está Fulanito con Sutanita (¡cof, cof! no Susanita, eh)?’¡Ah, pero qué bien nos la pasamos!” Sí, lo acepto, mi queja es rudeza innecesaria. Eso sí, antes de irme a cambiar la imagen creo que es hora de dejar estos lugares en el pasado y ése sí que es mega propósito.

viernes, enero 14, 2005

Indiscreciones

En la última semana a la gente le dio por hacerme preguntas muy extrañas. Precisamente porque me resultaron cómicas y extravagantes he decidido darles el homenaje que merecen e inaugurar esta nueva sección, que evidentemente raya en el más absurdo ego.
  1. Paul o John
    Sin duda Paul. John fuera de los Beatles, pero dentro 100% Paulísimo. Lo que no entiendo es por qué separarlos, no ha habido mejor mancuerna en el universo, ni Viruta y Capulina eran tan geniales, ni el Gordo y el Flaco, ni Batman y Robin, ni Yvonne e Yvette.
  2. Cronopio, fama o esperanza
    Descartemos al cronopio. Seguro fama o esperanza, pero tiendo más a la segunda.
  3. Alitas de pollo o cerveza Montejo
    ¡Auch! Esta dolió, pero para que vean que no soy tan alcohólica tengo que aceptar que mi amor por las alitas de pollo va más allá de cualquier otra cosa que se ingiera.
  4. Lorelai Gilmore o Kirsten Cohen (como para ser en 15 años)
    ¡Híjole! Esta sí está muy, muy ruda. Me ponen en un predicamento pues de Lorelai me gustaría tener la chispa, el optimismo, el buen humor y la ropa; de Kiki me encantaría tener la inteligencia, la elegancia, la paciencia. ¡Maldición! Lorelai, eres muy chistosa y compartimos la afición por el café. Kiki, evidentemente tienes muchas cualidades, pero lo mejor es que tienes a Sandy... Lorelai, I´m sorry but you´re dismissed.
  5. Artritis o diarrea en la playa
    Con esta pregunta sí se pasó mi padre, pero definitivamente y si tengo que escoger un mal, para la playa es mejor artritis, sin discusión y con conocimiento de causa (no se hable más del asunto)

    "Hoy tengo respuesta a cualquier encuesta, pues yo sigo caminando y también sigo arrasando..." Filosofía 97.7

jueves, enero 13, 2005

Lloro, luego existo

Siempre he tenido fama fundamentada de ser una llorona, cosa bastante paradójica pues uno de mis más grandes temores infantiles era a la leyenda de, precisamente, "La llorona". No es que mi vida sea trágica ni nada por el estilo, me considero impresionantemente afortunada, pero mi deporte era el llanto y así liberaba mucha tensión. Los últimos meses fueron, por llamarlos de algún modo, poco relajantes y yo no era capaz de practicar mi hábito, me dio por pensar que me estaba secando.
Llevaba casi un año sin poder llorar como era mi costumbre, sólo lo hice en una ocasión en junio y no pude parar esa noche (incluso contagié a uno que otro despistado... gracias), después de eso me contuve hasta hace aproximadamente quince días. De repente todo el llanto acumulado (de normal lloraba mínimo una vez por semana) empezó a salir a borbotones. Lloré en el hospital; en el aeropuerto; en Sanborns; en el cine (varias veces); en la Condesa; cuando Ofe me dijo que Zeldi ya estaba “re-viejita”; en el semáforo; al acordarme; en las noches cuando hacía más frío; cuando la desesperación me ganó porque no podía moverme; cuando oí la canción; otra vez en el aeropuerto; después del café; cuando me contaron; cuando intenté hacer los ejercicios y no pude; con la mami; con los tsunamis y más con los testimoniales (¡estoy como Doña Emma, llorando con las noticias!); en el teléfono; ¡hasta lloré con un video de Chayanne!; pero también lloré de risa en la playa; viendo los Sánchez; cuando mi amiga me dijo que el tipo no le había hablado porque“su propósito de año nuevo es olvidarme”; con mis osos; en el estacionamiento cuando supe la calificación; con el nuevo chiste de mamá-mamá; con Magri cuando regresé porque mis papás estaban muy enojados, medio lloré y luego nos reímos y lloramos juntas mientras estrenamos el Bacardí Frambuesa, el de Vainilla y el de Coco que me trajo mi Santa de Canadá en vez de remesas (casi lloro cuando me los dio); y con los últimos libros que leí y releí. Todo en lo que va del año.
Al principio pensé que era un asunto hormonal, pero ya analizándolo mejor creo que se trata de mi propio rescate. Digamos que en estas dos semanas llevo bien la recuperación, mínimo me sale un llantito al día y estoy recuperando el casi año perdido. En una de las cenas navideñas le decía a mi amiga hermosa que me sentía muy frustrada, que me ayudara a llorar y por más que me abrazaba no podía, hace unos días sólo con decirme algo lindo fue suficiente para que después, al acordarme mientras me bañaba, llorara y llorara. Y sé que a la menor provocación lloraré por fin, aunque sea porque mataron al mosquito como cuando era chiquita... “But I won´t cry for yesterday, there's an ordinary world somehow I have to find. And as I try to make my way to the ordinary world I will learn to survive”
* Y como diría el yastuvobueno: “¡Voooooy!”.

martes, enero 11, 2005

“Gritos y susurros”

Fui a comprar un celular a la tienda a la que no debería haber ido. Mientras lo activaban y hacían demás menesteres con el nuevo bichito, se me atravesó un libro que me llamó la atención. El título me atrajo un poco menos que la portada; recordé que ya me habían hablado de él, pero no sabía si la crítica era buena o mala así que lo empecé a hojear. Bajo la sugerencia que me parecía exagerada, experiencias intempestivas de 38 mujeres, me encontré en el índice con que tres habían sido mis maestras y a algunas más, por azares del destino las he conocido.
La señorita tardaba mucho y me dio tiempo de leer a una de mis maestras. Sonreí satisfecha al comprobar que sigue teniendo la chispa. Continué leyendo pues no le veía un futuro próximo al fin de mi compra. Escogí el último capítulo, la historia de la coordinadora. Hace más de dos años me dio clase. Entonces tenía sentimientos encontrados; por un lado su clase me resultaba extremadamente interesante, pero por el otro no había manera de que la señora me cayera del todo bien. Me parecía asfixiante el bluff que inundaba las tres horas de viernes a mediodía y no entendía por qué se jactaba, entre otras cosas, de que la columna que escribía en la revista semanal de política, la dirigía a un público no muy entendido, como para su mamá, decía ella.
En el segundo párrafo, el nudo en la garganta me decía que ya era hora de dejar de leer porque estaba corriendo el riesgo de llorar sin parar, pero no podía y todavía no me traían el celular. El texto es uno de los más cortos del libro y para el final yo ya había hecho mi dramita frente a los demás curiosos de revistas y de libros (lectores con exceso de tiempo libre y/o plantados por algún amigo o “quever” inconsciente). Hasta llegó a parecerme que el señor de al lado en cualquier momento me iba a regalar un kleenex.
Mi presupuesto ya no daba para todo: las historias de estas mujeres, el celular y el viaje que me estaba coqueteando. El modelo modernísimo que hacía monerías susurraba que lo escogiera mientras Lulú Marina me gritaba que lo cambiara por uno más austero y optara por teléfono, libro y viaje. Ella siempre gana –al menos en mi mente- y luego de convertirme en la peor pesadilla de la vendedora, decidí que era mejor tres a uno. Ni modo, así son mis democracias cerebrales. Mientras pagaba, alcancé a ver a la señora de azul -que había mirado mis lagrimitas de reojo- acercándose al lugar de donde yo había sacado el libro y al irme me di cuenta de que ella también había caído en la tentación.
Todavía en el coche iba con una sensación muy extraña, lo acepto, me llegó como pocos textos lo han hecho. Por primera vez vi a mi ex-profesora como un ser humano normal que también ha sufrido y mucho, ya no sólo como la mujer arrogante que asociaba a su recuerdo. Entendí desde mi perspectiva su circunstancia y lo que menos sentí fue lástima, todo lo contrario, me empezó a invadir un sentimiento de admiración que jamás creí que me podría llegar a inspirar. Después de leerla sentí que yo también era un mejor ente porque pude entender. Sigo creyendo que ni fines ni principios justifican medios, pero ayudan a entenderlos. Logré quitarme los prejuicios que me habían hecho concebir a una persona que distaba mucho de lo que puede llegar a ser y me da vergüenza haber sido tan tajante en mis juicios de valor sobre alguien a quien no conocía. Creo que por haber leído su “experiencia intempestiva” la conozco un poquito mejor y ya no me desagrada tanto. ¡Esta bendita literatura Sanborns!

lunes, enero 03, 2005

Santa Lucía del capuccino

Hace unos años estuve saliendo con un amigo-colega de mi primísimo el doc. Fueron cinco “citas”: tres con ron, una con palomitas y otra con té de manzanilla. La primera fue como canción de Mecano: mi primo, su novia, él y yo; no me puedo quejar, me la pasé muy bien. En la segunda el balance no fue tan positivo como en la anterior, pero seguía con la esperanza porque el individuo me gustaba desde hacía mucho, mucho tiempo. La tercera vez fuimos al cine; la película no ayudó gran cosa, pero yo seguía poniéndole velas a San Antonio porque me hacía ilusión decir: “mi doctorcito”(...lo sé). La cuarta decidió nuestro futuro, no sé si fue una cita con él o con todos los doctores de su generación, el ambiente estaba infestado de testosterona médica y en cualquier otra ocasión yo hubiera estado fascinada, pero con mi pariente el celoso y “mi doctorcito” presentes no fue la mejor idea. Para qué perderme en los detalles, simplemente salimos –literalmente- corriendo del lugar porque la bola de borrachos se fue yendo poco a poco sin pagar, hasta que dejaron con una cuenta de 4 botellas de ron y dos cubetas de cervezas al celoso, al fastidioso y a la bruta fastidiada que al parecer fue la que más corrió y la única que pagó. Salir con un estudiante de medicina es como estar continuamente en consulta clínica, más cuando te encuentras bajo los efectos de una de tus peores gripas, no porque te sientas mal, sino porque te ves mal y toda la conversación gira en torno a tus síntomas. Así fue la quinta y última salida. No me había parecido nada bien el final de la cuarta y con el apoyo de la infusión, tomé valor para decirle que me diera tiempo y esas cosas que uno se inventa cuando ve que ya nomás no.
Entre Navidad y Año Nuevo, Doña Emma se “hospedó” una semanita en el hospital. Una de las noches que la acompañé en su viaje, padecí un retorno clínico a la secundaria. Para mi mala suerte, parece que dentro de esta ciudad –una de las más grandes del mundo- el destino se empeña en hacerme jugarretas pues el tercer médico de esta historia, el amigo tanto de “mi ex-doctorcito” como de mi primo, entró a la habitación. Está haciendo su especialidad con el doctor oficial de la señora y después de hacer el balance y decirme todas las evidencias médicas que sigo sin entender, cambió de tema para hablar de nuestros conocidos en común, yo quería estancarme en mi pariente, pero él no se contuvo y dijo lo que yo me negaba a escuchar: “Mira qué coincidencia, precisamente hoy es el día de guardia de Fulanito (mi ex-doctorcito), le voy a decir que vas a estar aquí y que te venga a saludar”. Yo simplemente contesté con un: “Ay, no, no te preocupes, qué pena, mejor dime dónde está y yo lo busco” y además le eché la culpa a mi abuelita porque me daba pena que entraran y la despertaran (obvio no se la creyó ya que cuidados intensivos es como los aviones, justo cuando el paciente se está quedando dormido, entran las enfermeras a revisar cuanto aparato tiene conectado y una interrupción más sólo cuenta como margen de error). Cada vez que se abría la puerta, yo me hacía la dormida por si se trataba de “mi ex-doctorcito” y ahora me arrepiento porque la curiosidad de saber si llegó a ir o no me recrimina.
Pasé tan mala noche que si por la tarde del día anterior ya me veía mal, por la mañana daba pena. No había dormido bien, entre otras cosas por la angustia expectante de la posible aparición de “mi ex-doctorcito”, al despertar pensé que era buena idea ir por un café, así que me puse los lentes y bajé a comprarlo. Feliz con mi cafeína en las manos, me dirigía de la planta baja al tercer piso, el elevador se detuvo en el primero y “mi ex-doctorcito” subió. No había más pasajero que unos pants grises acentuando mi cara demacrada, un cabello intentando conservar el alaciado del día anterior, pero irremediablemente volviendo a su posición heteroflexible, mis lentes de armazón, el capuccino que tenía en las manos y yo. Imposible no verme cuando la capacidad era para 20 personas y sólo éramos él y yo. De todas las posibles acciones que pude haber emprendido, decidí ocultarme bajo el humo del café y bajar la vista como haciéndome la interesada en lo que decía el vaso: Nescafé clásico. Como si no hubiera sido suficiente, después de haber pulsado el piso tres –siendo yo la única que había podido hacerlo-, el pánico me paralizó y creí que era mejor idea esperar a que él bajara para después hacerlo yo. Él descendió en el quinto nivel como lo había anunciado y yo me quedé pegada a la helada pared metálica analizando mi actitud infantil y busqué por todos los medios regresar el tiempo, luego traté de hacerme cirugía cerebral al repetir una y otra vez que no me había visto, pero la realidad se negaba a abandonarme. Terminé por resignarme al pensar que había hecho una buena acción pues de ahora en adelante cuando me recuerde será feliz, reirá hasta el cansancio cada vez que le cuente a alguien la historia y yo, yo estaré santificada en mi estupidez.

*Diagnóstico Mastercard
Hombre guapo: bien. Hombre guapo de traje: muy bien. Hombre guapo de traje y con bata: no tiene precio. Con la necesidad de médicos que tengo en la vida y yo dejando ir de nuevo a uno –aparte con lo bien que me caería él como neurólogo para el control de mis crisis nerviosas-, luego por qué dicen que me gusta complicarme la vida.