miércoles, diciembre 22, 2004

¿Por qué Ana Lucía cruzó el camino?

La respuesta es un poco obvia: porque la gallina estaba del otro lado. Esa parte de la conclusión de Gallinas y epazotes la tenía medio borrada, el sábado que fue la cena navideña con mis amigos científicos, los testigos presenciales se encargaron de recordármela entre burlas y evocaciones del miedo que le tuve a ese animal el resto del viaje del verano.
Por restricción casi voluntaria, para la cena-desayuno me tocó ser la conductora resignada. Durante las nueve horas que estuvimos en el departamento de la chica independiente de Dupont, sólo tomé dos chelas y un par de cubitas, así que presencié sobria la descomposición de mis amigos bajo los efectos del alcohol.
Esa noche me di cuenta de que empezaba a vivir en carne propia y sin conciencia, el Cuento de Navidad de Dickens, claro, con sus debidas proporciones ya que, entre otras cosas, no me apellido Scrooge, no soy la mera mera de la Bolsa y eso de las finanzas nunca ha sido mi hit (evidencia empírica de por medio). Así como pasé todo junio despotricando de mi cumpleaños, convirtiéndome en mi propia Grinch, en cuanto comenzó la mercadotecnia invernal empecé a sentir una aversión inusitada hacia la Navidad. Por primera vez en la vida no moví un dedo en mi casa para incorporar la escenografía exorbitante que una vez al año a mis padres les hace tanta ilusión. La “presión académica” sirvió como escudo para fomentar mi apatía decorativa.
Como pesadilla, al ritmo de “La Marimorena”, el “Arre borriquito” y la Navidad con los Pitufos que posteriormente sería sustituida por la de las Estrellas, me perseguían los recuerdos de mis afanes infantiles para que ningún rincón de la casa quedara sin cubrir con “algo” navideño. Destellante recuerdo cosido con chaquiras y lentejuelas a algún terciopelo en forma de arbolito, estrellita, campana, osito o santa. Mi primer espíritu de la Navidad.
El segundo espíritu me llevó al presente, al maldito tráfico decembrino de esta ciudad tan infestada de coches que, como en domingo, circulaban toda la semana; muchos sin dirección definida, sólo con la inseguridad de quien no sabe la dirección, está buscando un lugar para estacionarse, o de plano va chacoteando con sus retoñitos sacándoles información para Santa. Como diría Dickens y aplicándome la sentencia de Scrooge: “ningún calor podía templarme, ninguna temperatura invernal podía enfriarme” Y eso también, el clima empeorando mi ar-tri-tis que se extiende de los dedos a las rodillas, pasando por todas las articulaciones que ni X-Ray logra rejuvenecer, la edad me ha ido desmejorando sin piedad (y nada más porque no me queda muy claro que haya afectación reumática en el cerebro, de lo contrario ya tendría respuesta al atrofio de la zona) Y allí voy yo con mis pisaditas de no-quiero-moverme-mucho-porque-me-duele-¡auch!, intentando sobrevivirle al clima, a las nuevas cervezas con tapa “abre-fácil”, al tráfico y a las almas navideñas que aún no logran contagiarme su felicidad de villancicos y centros comerciales.
La costumbre de la cena con los amigos científicos es que las chicas hacen de cocinar y los hombreces llevan las provisiones de alcohol. Desde hace unos años me ha tocado hacer el postre y, como lo único que sé hacer es fondue de chocolate, eso fue lo que llevé. Vislumbré al tercer espíritu de la Navidad cuando me sorprendí preguntándole a la encargada de la botana cómo había hecho el delicioso queso y a punto estuve de escribir la receta del pavo de la cocinera por excelencia, digamos que hasta tomé nota mental de los ingredientes de la ensalada y sólo porque la chica de los ravioles no estaba cerca de mí, que si no también la hubiera asaltado con preguntas, en mi demencia febril traté de identificar los sabores y hasta podría decirle a la amiga de la boda del verano cuál fue su fórmula secreta; en esas estaba cuando una de mis chicas –súper revolucionaria guevarista, compañera de aventuras, creía yo, femenistas- me habló sólo para preguntarme tips para el fondue. ¡Vaya colmo, de villancicos y lentejuelas estoy llegando a las recetas de cocina! ¿Hay dudas del por qué la paranoia a la Navidad? ¿... y a las gallinas?
Hablando con el Turista -defensor magnánimo de la Navidad- tuve que aceptar que sí, que hay cosas malas de la Navidad, pero aquí comparto el sentimiento con muchas otras almas, a diferencia de mi cumpleaños, y al final es una época que queda tablas tendiendo a lo positivo porque también cuenta con temas alegres: es buen pretexto para ver o recuperar el contacto con los amigos desaparecidos; están las posadas (pre y post incluídas); las cedas (concepto similar al credo, nada más que en esta ocasión incluye los conceptos de cena y p#da); es la única temporada del año en la que tanto comida como bebida son ejemplares, con estas reuniones no se puede decir menos. Y así como el arrepentido Scrooge decide al despertar del sueño de los espíritus, yo igual: "viviré sonriendo en el pasado, en el presente y en el porvenir". En fin, después de tanta apología de esta fecha no me queda mas que decirlo, ya qué más da:
¡Feliz Navidad y felices fiestas a todos!
Querido Santa:
Este año me porté muy, muy bien (en serio, tú así como Pedro Infante: “Si te vienen a contar cositas malas de mí, manda a todos a volar y diles que yo no fui”) Me gustaría que de regalo me trajeras una ciudad con más esperanza y menos tráfico, o un mejor sistema de transporte, o que ya se inaugure el segundo piso del Peri, o mejor un coche que vuele =) ; otras articulaciones o un producto más potente que el X-Ray; menos adornos para mi casa (¡urge!) o una casa más grande para que no se vea tan barroco el asunto; un recetario de cocina (¡ah, verdad!, eso fue broma, eso no porfis, de verdad, ¡¡¡FUE BROMA!!!); y a la gallina del pueblo innombrable hecha caldito (ay ándale Santa, no seas gachito). Saludos a Rodolfo y abríguense bien porque últimamente a todos nos está dando gripa, no vaya a ser que por traerme a Brad Pitt te me pongas mal...
Lulú Marina


Pd
Gracias a ya saben quienes por ya saben qué. En particular a la llamada de “estas Navidades” y a los que nunca se pandean para el reven... Santa Roooooock's comin’ to town

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ana Lu:

Creo que todos tus problemas, tanto físicos como mentales, se solucionaran si te empiezas a tomar un Valium al día. El Valium es mejor que el X-Ray.

Espero ahora comprendas porque yo también evite la Navidad, lo malo es que me tope con una gripa poca madre.

Seguro este año te va mejor. Te recomiendo vuelvas a tus sesiones espiritistas de horóscopos, barajas y tarot, puedes encontrar muchas respuestas a tus preguntas, o por lo menos te vas a divertir. Nada mas no derritas velas en el microndas con el FUNAR.

Saludos
Feliz año
Charlie