Este anuncio es para usted, amable chofer, caballero y damita al volante, para usted que hace gimnasia con el hígado cada que ve un letrero de máxima 40 mientras la realidad le impide subir la agujita por encima de los 10 km/hr. Estudios científicos demuestran que amores Romeo-Julieta se han perdido por el tráfico; las estadísticas no mienten cuando detectan que muchas enfermedades se derivan de horas-pompis bajo un volante; ¿no está harto de llegar siempre tarde?, ¿de que su novi@-quever le ponga cara de fuchi por impuntual?, ¿de perderse el estreno de la película que tanto esperaba?, ¿de tener que lidiar con micros, taxis, motos, mamás-de-camioneta, audis-prepotentes, polis, combis, camión-de-la-basura, panamericanos, et al? Pues entonces estará feliz de saber que por fin ha llegado a México el método lulúmaro™ de combate al tráfico, inténtelo una semana y verá cómo sus emisiones de contaminación emocional disminuyen, la gente a su alrededor lo notará y si después de ocho días no ve los resultados, con gusto le devolveremos su stress. Sólo tiene que seguir los siguientes consejos:
“Si no los educaron en sus casas, lo harán en la calle.”
Así es, no hay nada más gratificante que decirle a un imbécil la verdad. Nada como educar a sus co-conductores, ya sea al tocar el claxon catárticamente o, si tiene la oportunidad, bajar la ventanilla y decirle amablemente al vecino “disculpe que lo moleste, pero en realidad pienso que es usted un(a) reverend@ idiota y no dudo que en su casa tenga un altar al santo de la mordida porque sólo así es posible la explicación de que le hayan expedido una licencia”. Y puede seguir haciendo una apología de la burocracia y hasta de los abuelos de los expedidores de licencias lo que dure el semáforo, con esto su conciencia cívica se verá enriquecida y a usted le quedará una sensación de paz interminable.
Así es, no hay nada más gratificante que decirle a un imbécil la verdad. Nada como educar a sus co-conductores, ya sea al tocar el claxon catárticamente o, si tiene la oportunidad, bajar la ventanilla y decirle amablemente al vecino “disculpe que lo moleste, pero en realidad pienso que es usted un(a) reverend@ idiota y no dudo que en su casa tenga un altar al santo de la mordida porque sólo así es posible la explicación de que le hayan expedido una licencia”. Y puede seguir haciendo una apología de la burocracia y hasta de los abuelos de los expedidores de licencias lo que dure el semáforo, con esto su conciencia cívica se verá enriquecida y a usted le quedará una sensación de paz interminable.
*Atenta notita: Cabe la posibilidad también de que el/la tip@ se enfurezca (tome en cuenta que está hablando con uno de los verdaderos parientes de los gorilas) y salga corriendo del coche con el extintor o el bastón de seguridad a golpearlo, para esto es necesario contar bien el tiempo y conocer el terreno, nada como una mentadita y córrele queahítevoy. También puede suceder que durante el proceso de educación, el/la sujet@ en cuestión sufra de un flechazo de Cupido o de la Primavera y decida pedirle su nombre y teléfono, usted actúe de manera tranquila, recuerde el refrán “si así como maneja...”, así que mucho cuidado y nuestros asesores recomiendan el clásico: sonrisa con un alto grado de hipocresía y sí, claro, te paso mi número que es cero-cero-cero y hasta que se te hinche... el dedo. Verá cómo esa noche duerme mejor, los resultados son sorprendentes.
"Los niños siempre tienen la razón."
Tal vez no lo recuerde, pero de pequeño sus padres lo reprimían cada que a usted se le hacía fácil sacar la lengua a los coches vecinos; es innato en los niños hacer ese tipo de cosas. ¿Y recuerda haber sufrido de stress por el tráfico en su infancia? ¡NO! Es clarísimo, uno se convulsiona porque ya no le es permitido regresar a su época de infante y sacarle la lengua a cualquier pedazo de animal que se le pusiera enfrente. El método lulúmaro de combate al stress automovilístico lo aconseja como uno de sus más aceptados recursos al volante. Gócelo, saque la lengua con placer y mirada de ay-cómo-me-caes-mal. ¡Como cuando era un crío! De inmediato notará la diferencia: la sonrisa se pintará indeleblemente en su cara.
"El buen samaritano"
Si de pronto las tardes nubladas lo hacen sentirse melancólico frente a la hilera interminable de automóviles que tiene enfrente, o si se siente conmovido por el nche-sol-ulero que ni con lente oscuro le permite concentrarse en lo que alguna vez intentó ser la raya del carril, definitivamente ésta es su técnica. No hay nada como jugarle a la Madre Teresa y justificar al prójimo en la idiotez y la agresión “seguro tiene un problema, no ha de haber dormido bien, al pobre su mujer no le cumple”, ad infinitum. Trasladar posibles problemas al infractor le dejará una sensación de paz que ni con vallium. Inténtelo y siéntase grande al saber que no, que usted no maneja mal, en esta ciudad quienes conducen mal son los demás, uno jamás...
"Los niños siempre tienen la razón."
Tal vez no lo recuerde, pero de pequeño sus padres lo reprimían cada que a usted se le hacía fácil sacar la lengua a los coches vecinos; es innato en los niños hacer ese tipo de cosas. ¿Y recuerda haber sufrido de stress por el tráfico en su infancia? ¡NO! Es clarísimo, uno se convulsiona porque ya no le es permitido regresar a su época de infante y sacarle la lengua a cualquier pedazo de animal que se le pusiera enfrente. El método lulúmaro de combate al stress automovilístico lo aconseja como uno de sus más aceptados recursos al volante. Gócelo, saque la lengua con placer y mirada de ay-cómo-me-caes-mal. ¡Como cuando era un crío! De inmediato notará la diferencia: la sonrisa se pintará indeleblemente en su cara.
"El buen samaritano"
Si de pronto las tardes nubladas lo hacen sentirse melancólico frente a la hilera interminable de automóviles que tiene enfrente, o si se siente conmovido por el nche-sol-ulero que ni con lente oscuro le permite concentrarse en lo que alguna vez intentó ser la raya del carril, definitivamente ésta es su técnica. No hay nada como jugarle a la Madre Teresa y justificar al prójimo en la idiotez y la agresión “seguro tiene un problema, no ha de haber dormido bien, al pobre su mujer no le cumple”, ad infinitum. Trasladar posibles problemas al infractor le dejará una sensación de paz que ni con vallium. Inténtelo y siéntase grande al saber que no, que usted no maneja mal, en esta ciudad quienes conducen mal son los demás, uno jamás...
Y la mejor estrategia de las anti-campañas políticas fue regalar estampitas calderón-es-un-campeón y el peje-es-mi-jefe porque a uno no le quedaba claro si aquello era para convencer a los indecisos “si este cuate que le va a ---- maneja tan mal, por algo le irá a ----”, ¿cuántos votantes se habrán decidido así?
Bah, los engañé, no existe tal método, lo único que queda es descoyuntarse con las ironías de la vida: ¿camionetas de "valores"? La miss Hilde se moriría de risa con la degeneración del término y nos regresaría a todos a su clase de civismo, y eso, muchachos, sí sería una verdadera pesadilla: palabra de mujer. Tal vez algún día haga catarsis contando mis traumas en el transporte público y enojándome con las definiciones: cuán equivocado estabas, Mark Simpson, qué más hubiera dado yo porque los metrosexuales que me tocaron se hubieran parecido un milímetro a Beckham, o ya de perdida a Jaime Camil... ¡lloro!