lunes, enero 03, 2005

Santa Lucía del capuccino

Hace unos años estuve saliendo con un amigo-colega de mi primísimo el doc. Fueron cinco “citas”: tres con ron, una con palomitas y otra con té de manzanilla. La primera fue como canción de Mecano: mi primo, su novia, él y yo; no me puedo quejar, me la pasé muy bien. En la segunda el balance no fue tan positivo como en la anterior, pero seguía con la esperanza porque el individuo me gustaba desde hacía mucho, mucho tiempo. La tercera vez fuimos al cine; la película no ayudó gran cosa, pero yo seguía poniéndole velas a San Antonio porque me hacía ilusión decir: “mi doctorcito”(...lo sé). La cuarta decidió nuestro futuro, no sé si fue una cita con él o con todos los doctores de su generación, el ambiente estaba infestado de testosterona médica y en cualquier otra ocasión yo hubiera estado fascinada, pero con mi pariente el celoso y “mi doctorcito” presentes no fue la mejor idea. Para qué perderme en los detalles, simplemente salimos –literalmente- corriendo del lugar porque la bola de borrachos se fue yendo poco a poco sin pagar, hasta que dejaron con una cuenta de 4 botellas de ron y dos cubetas de cervezas al celoso, al fastidioso y a la bruta fastidiada que al parecer fue la que más corrió y la única que pagó. Salir con un estudiante de medicina es como estar continuamente en consulta clínica, más cuando te encuentras bajo los efectos de una de tus peores gripas, no porque te sientas mal, sino porque te ves mal y toda la conversación gira en torno a tus síntomas. Así fue la quinta y última salida. No me había parecido nada bien el final de la cuarta y con el apoyo de la infusión, tomé valor para decirle que me diera tiempo y esas cosas que uno se inventa cuando ve que ya nomás no.
Entre Navidad y Año Nuevo, Doña Emma se “hospedó” una semanita en el hospital. Una de las noches que la acompañé en su viaje, padecí un retorno clínico a la secundaria. Para mi mala suerte, parece que dentro de esta ciudad –una de las más grandes del mundo- el destino se empeña en hacerme jugarretas pues el tercer médico de esta historia, el amigo tanto de “mi ex-doctorcito” como de mi primo, entró a la habitación. Está haciendo su especialidad con el doctor oficial de la señora y después de hacer el balance y decirme todas las evidencias médicas que sigo sin entender, cambió de tema para hablar de nuestros conocidos en común, yo quería estancarme en mi pariente, pero él no se contuvo y dijo lo que yo me negaba a escuchar: “Mira qué coincidencia, precisamente hoy es el día de guardia de Fulanito (mi ex-doctorcito), le voy a decir que vas a estar aquí y que te venga a saludar”. Yo simplemente contesté con un: “Ay, no, no te preocupes, qué pena, mejor dime dónde está y yo lo busco” y además le eché la culpa a mi abuelita porque me daba pena que entraran y la despertaran (obvio no se la creyó ya que cuidados intensivos es como los aviones, justo cuando el paciente se está quedando dormido, entran las enfermeras a revisar cuanto aparato tiene conectado y una interrupción más sólo cuenta como margen de error). Cada vez que se abría la puerta, yo me hacía la dormida por si se trataba de “mi ex-doctorcito” y ahora me arrepiento porque la curiosidad de saber si llegó a ir o no me recrimina.
Pasé tan mala noche que si por la tarde del día anterior ya me veía mal, por la mañana daba pena. No había dormido bien, entre otras cosas por la angustia expectante de la posible aparición de “mi ex-doctorcito”, al despertar pensé que era buena idea ir por un café, así que me puse los lentes y bajé a comprarlo. Feliz con mi cafeína en las manos, me dirigía de la planta baja al tercer piso, el elevador se detuvo en el primero y “mi ex-doctorcito” subió. No había más pasajero que unos pants grises acentuando mi cara demacrada, un cabello intentando conservar el alaciado del día anterior, pero irremediablemente volviendo a su posición heteroflexible, mis lentes de armazón, el capuccino que tenía en las manos y yo. Imposible no verme cuando la capacidad era para 20 personas y sólo éramos él y yo. De todas las posibles acciones que pude haber emprendido, decidí ocultarme bajo el humo del café y bajar la vista como haciéndome la interesada en lo que decía el vaso: Nescafé clásico. Como si no hubiera sido suficiente, después de haber pulsado el piso tres –siendo yo la única que había podido hacerlo-, el pánico me paralizó y creí que era mejor idea esperar a que él bajara para después hacerlo yo. Él descendió en el quinto nivel como lo había anunciado y yo me quedé pegada a la helada pared metálica analizando mi actitud infantil y busqué por todos los medios regresar el tiempo, luego traté de hacerme cirugía cerebral al repetir una y otra vez que no me había visto, pero la realidad se negaba a abandonarme. Terminé por resignarme al pensar que había hecho una buena acción pues de ahora en adelante cuando me recuerde será feliz, reirá hasta el cansancio cada vez que le cuente a alguien la historia y yo, yo estaré santificada en mi estupidez.

*Diagnóstico Mastercard
Hombre guapo: bien. Hombre guapo de traje: muy bien. Hombre guapo de traje y con bata: no tiene precio. Con la necesidad de médicos que tengo en la vida y yo dejando ir de nuevo a uno –aparte con lo bien que me caería él como neurólogo para el control de mis crisis nerviosas-, luego por qué dicen que me gusta complicarme la vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No entiendo. ¿Por que no le hablaste?. No tiene nada de malo que le hubieras dicho hola, total con un hola nadie se embaraza. Además sino te intereso la priemra vez, seguro la segunda tampoco, mejor le hubieras hablado y así te ries tu de él.

Anónimo dijo...

ay sis! me dio mucha risa cuando me lo contaste y mas risa cuando lo lei aki, pero ya sabes q estas cosas suelen pasar. besos

Ana Lucía dijo...

Pepillo hermoso, mil besos y supongo que el trajín por esos lares de cooperación internacional ahora con los maremotos no te dejan ni respirar, pero me da gusto que me sigas leyendo y que le trabajes duro.

Amigo anónimo, ojalá yo tuviera una respuesta a tu pregunta, créeme que a mí me cuesta más trabajo entender por qué demonios actué así, pero así fue, no hay más. Es por eso que reitero: se trató de una estupidez, ni modo.

Así es Sis, mínimo hay más gente como tú a la que le causa gracia, eso me santifica aún más, jeje. Mientras hemos perdido de nuevo a un elemento y lloro: pipipipipipipi... Al fin que ni quería, peores osos hemos hecho y más dignas hemos salido... :P

Beshosh totales