lunes, marzo 28, 2005

Cúcara mácara...

Nunca te habías sentido así. Lo más cercano -y dista mucho- es como cuando eras chiquita y con tus primos y tu hermano se ponían cuestionamientos de qué sería peor: quedarse ciego o sordo, o perder las piernas o las manos, o esas estupideces que se les ocurrían. ¿Te acuerdas de cómo en el momento en el que ya no sabías qué escoger porque medio te angustiabas, preferías cambiar de juego? Es que siempre has sido miedosa, no sabes de dónde le salió a la gente la idea que últimamente repiten a cada rato, que eres fuerte, y no, oír eso te hace sentir aún más débil de lo que realmente crees que eres.
Por eso lloraste hoy. Estabas en el estacionamiento completamente sola, eran casi las once de la noche y veías sin mirar los coches que pasaban por el Distribuidor; cerraste los ojos y trataste de escuchar tu respiración como te enseñan en las terapias, no lograste relajarte porque sentiste el frío a través de la lágrima traidora que no pudiste reprimir, y eso que ya te estabas acostumbrando a llorar para adentro, de llorar egoísta sólo para ti, como un grito de independencia de los que te quedan poquitos, para que los demás no se den cuenta porque estás hasta la m$%&e de causar lástima aunque te digan que no es cierto; sola por fin dejaste de compadecerte.
Abriste los ojos y recordaste tus juegos de infancia. ¿Qué pasaría si no pudieras ver? Seguro recordarías esto: un cachito nocturno de esta ciudad que es veinte millones de veces más loca que tú, con sus luces hermosas que le están ganando la competencia al cielo porque poblaron el suelo de estrellas artificiales, también hay algunas rebeldes solitarias que siguen luchando por brillar allá arriba y no quieres dejar de ver porque es magia; si no pudieras hacerlo quedaría la memoria y tendrías que archivarlas como documento sólo de lectura junto con las caritas de tu gente, de la luna y el mar, del paisaje de la carretera y del panda del cuarto, con eso sería suficiente para seguir viviendo feliz. Es que de pronto quieres absorber todos los sonidos y las imágenes, no quieres olvidar porque el riesgo está siguiéndote, te persigue, es una sombra incómoda de la que quisieras deshacerte y correr muy lejos, como si en otro lado no fueras a vivir con este miedo que te paraliza más que la propia enfermedad.
Te dieron opciones y tuviste que escoger. Hay quienes dicen que no debieron haberlo hecho, pero tú lo agradeces porque prefieres saber qué está pasando contigo y qué puede pasar para enfrentarte a tus propias decisiones, se trata de TU vida que apenas está comenzando. No quisiste quedarte postrada a los veinticuatro y esa fue la decisión, crees que es la mejor, pero tienes muchas dudas que nadie te va a resolver, ni llorando se aclara el panorama como antes, también por eso ya casi no lloras para afuera. Ahora sabes y al principio estabas muy asustada y deprimida; ya no hay depresión, sólo hay días como estos en los que te da por desesperarte ante tu nueva condición; ya entendiste que los juegos de niños no se extienden porque dentro de ti hay una bomba de tiempo que puede llegar a explotar, por eso se llaman enfermedades degenerativas. Tampoco te extrañan las estadísticas con casos atípicos, perteneces, sin mucho orgullo, a menos del 1% de la población mundial y qué. De todos modos si no tomas las medicinas no puedes caminar y si las tomas mejor presente que futuro, ya mañana será otro día; igual y en veinte años la medicina blablablá.
Siempre has pensado que se debe esperar lo mejor teniendo presente lo peor, ¿no? En esta ocasión no tiene por qué ser diferente. Sabes que el miedo y el riesgo no se van a ir, están aquí para recordarte que estás VIVA y que ahora no se trata de escoger al menos malo, o de cambiar de juego porque la situación se complicó. No te están dando a escoger entre quedarte ciega o sorda, la probabilidad de que ambas sucedan no es nada baja, si acaso lo será en el corto plazo; la sientes, ahí está la amenaza pisándote los pies y recordándotela con cada pastilla que tomas, con cada paso que se te dificulta, con cada terapia, con cada cosa que solías hacer y que hoy es imposible. Tal vez sea por la edad, pero ahora no puedes cambiar de juego si te empieza a dar miedo visualizar la idea y tampoco tienes la calidad moral para reclamar ¿por qué a mí? Tienes que soñar y despertar con esta realidad porque no hay de otra, porque así es la vida y con todos sus defectos te gusta, por eso estás aquí pensando si lo que decidiste fue lo mejor mientras el viento te dibuja la sonrisa de nuevo, al menos él se siente mejor sin moverse, con los ojos cerrados y en silencio...