viernes, febrero 10, 2006

gasolineragasolineragasolinera...

Hice el oso de rogarle al señor que me dejara ir en el coche mientras se lo llevaban. Al principio puso cara de no entender, luego medio se rió y al final fui yo quien no entendió bien si era como un reproche o un interrogatorio sobre mi edad discordante con mis peticiones; lo importante fue que accedió. En realidad todo fue culpa de Hacienda, con eso de que buscan facilitar los trámites de los únicos dos &%$#”/!#$ que tienen amarrados para pagarles impuestos, ahora uno tiene que pedir notas cada que carga gasolina y recordar que al final de mes hay que pedir factura. Aprovechando que era el último día para hacerlo, planeé mi horario de una manera perfecta y me daba tiempo justo de pasar a ponerle combustible al cochecito y llegar semi-puntual a la cita con la Truci y la Flags que me esperaban para “cenar”. Todo iba bien hasta que el encargado de dar las facturas estaba atendiendo a otro cliente y a mí ya me habían despachado, así que se me pidió orillarme cerca de la oficina y esperar a don Álvaro (el mero-mero de la gas) que ahoritita me hacía mi “trámite”. Esperé como toda persona decente: con las intermitentes avisando que de ahí no me movía hasta no tener mi deducible y con la hora de Luismi (eso que no soy nada fan, pero igual pasaron varias canciones pa’ pasar el rato).
Hay que ser justos y afirmar que don Álvaro no se tardó tanto, pero fue lo suficiente para que el coche, como niño chiquito, me hiciera un berrinche y yo tuviera que hacer un paréntesis psicoprofiláctico en mi respiración al no entender porqué cochecito se negaba a dar pasito. La escena empezaba a rozar el cliché que más odio con mi cara de qué-me-ven,-ok,-soy-mujer-y-no-sé-nada-de-mecánica-y-qué-y-qué. Pero al poco rato comprendí que no sólo yo y es que nomás ninguno de los manes de la gasolinería* entendían qué pasaba. El auto encendía luces perfecto, seguía entonando a Luis Miguel hasta con afán medio diabólico y las intermitentes nos martirizaban con su tictictic, pero el asunto como de pesadilla: sin marcha (y no fue albur, aunque...) Aquello terminó siendo una sala de apuestas en las que algunos decían que era el carburador, otros le achacaban la falla a la alarma (que no, que esta máquina no tiene), otros quezque era un corto y cuando de plano me harté de tanta manoseada inútil que le estaban metiendo al pobre carrito, mejor le hablé a la grúa.
¿Quién hubiera pensado que la batería ya no aguantaba tanto relajito? Pero bueno, igual me mandaron una grúa y yo fui feliz los cinco minutos de trayecto en las alturas mientras veía a una ciudad a la que de plano los impuestos a veces ni se le notan, ni en los segundos pisos de los coches; y con esta moda de litros de a 900 pues ni la deducción de impuestos cuadra, ahora sí que lo único que vale la pena son los viajes en grúas, igual los cubre el seguro y te dan chance de uno diario, negociazo en especial cuando el alcohol se pase de manchado, la voy a aplicar más seguido...

*Se dice gasolinera y la palabra niega mi propio razonamiento. ¿No debería ser gasolinerÍa? Así tipo panaderÍa, porque no es lo mismo panadera que es la que hace los panes que panadería, ¿verdad? Entonces... ¿sí es lo mismo la ñora que atiende la gas -que las hay- que la sucursal donde se vende? En fin, qué puedo decir yo, si con tanto chisme me he convertido en una lavadora de dos patas de esas que el 75% de los mexicanos tienen en su casa...

2 comentarios:

GERMÁN DIEGO dijo...

Deverias subirte un dia al segundo piso de un turibus ahi, si que verias lindo al centro histerico, mmm, claro la bateria yo que le hago si ni bici tengo jejeje, pero da gusto que una persona se fije en esos pequeños detalles como el de organizarse para los asuntos del deducible a la gasolina pero con la clara idea de que los gasolineros se hacen cada dia mas ricos por la tranza, es bueno leerte en Español.
Un saludo.

Ana Lucía dijo...

Sí, efectivamente el Turibús ha pasado, y sí...sí, así es, triste