lunes, mayo 16, 2005

La tortura

No pido que todos los días sean de sol, no pido que todos los viernes sean de fiesta. Era lo que tenía que pasar, no había de otra pues al escenario ya no le cabía más surrealismo: nadie entendía nada, ni a mí, ni a él, ni a mí, ni a la situación, ni a mí. Ay amor, me duele tanto que te fueras sin decir a dónde, ay amor, fue una tortura perderte. Dios es testigo de que no sabía qué hacer y amiguitos de que vaya que había intentando desaforarlo y no se dejaba. De pronto estaba fascinada porque a quién no le gusta que lo traten bien; a quién le molesta conocer la ciudad a través de restaurantes y bares; a quién le molesta que lo consientan, lo llenen de regalitos y de palabras bonitas. Pero luego algo pasaba y sabes qué, mejor nos vemos otro día. A veces me sentía Michoacán en otoño por las mariposas de cuando me decía preciosa, bonita, tontica, mi niña, hermosa, rocksita; y otras vomitaba de empalago, pero eso sí, cómo sufrí el día en que caí en desgracia con el simple ‘Hola Ana Lucía’. No es que no me guste mi nombre, lo que no se vale es haberme acostumbrado a la miel para regresar a Ana Lucía y obvio, en cuanto sucedió me desconecté y salí corriendo al salón “Gaaby, ¡necesito manicure a la de tres!”
Nadie está completamente a gusto. Yo sé que no he sido un santo, pero lo puedo arreglar amor. Que si eres bajita por querer ser alta, que si eres rubia por ser morena y esta fiesta no termina. Soltería o él. No sólo de pan vive el hombre y no de excusas vivo yo. El público estaba polarizado: las apoyadoras de Plan Colombia no querían perder el puente al paraíso de los hombres guapos e inteligentes de su universidad y revolucionan a más de mil su cerebrito para salir con argumentos que me persuadieran de no tirar la toalla; los otros se dedicaban al psicoanálisis y a quitarme la pulserita como fuera. Sólo de errores se aprende y hoy sé que tuyo es mi corazón. Yo me la pasaba del olvido al no me acuerdo, hasta que me ponía a pensar en lo que tenía que olvidar y me volvía a acordar, comenzando de nuevo para no alterar mi dosis esquizoide. Mejor te guardas todo eso, a otro perro con ese hueso y nos decimos adiós.
¡Qué feo es esto del bipolarismo! No puedo pedir que el invierno perdone a un rosal. Tal vez el problema era que el tipo me trataba espectacularmente bien y una parte extra occidental de mi ser me impide ser feliz si no es a través del sufrimiento; Chío-San se dio cuenta cuando salimos y advirtió: no, no está clavado, te súper ama y para ti es de lo más “x”. No puedo pedirle lo eterno a un simple mortal. ¡Auch! Ay amor, me duele tanto que no creas más en mis promesas. Y aunque hasta a mí me cuesta trabajo creerlo, sí me encariñé, si no es que no encuentro otra explicación al apocalipsis según la lic, porque incluso hace poco estaba investigando cosas de finanzas para una clase de Plan Colombia. ¡¡De Finanzas!! No te bajes, no te bajes. Oye negrita mira, no te rajes. Sí, se presentía el fin del mundo: yo de mandilona financiera que ni cuando llevé por doble ocasión esa materita. Según amiguitas sobrias, era un freak acosador yo-que-tú-corría-antes-de-que-se-queme-la-bas; según amiguitas enfiestadas, era un lindo-yo-quiero-uno-así y metían más ruido en la ya de por si desorientada conciencia que atormenta y envenena mi alma.
De lunes a viernes tienes mi amor, déjame el sábado a mí que es mejor. En esas estaba el sábado sola, esperando como entre hielo seco en la sala de un hospital veterinario. Con mi cuerpo allí, pero viéndome desde afuera, frente al estadio Azul, oyendo el desquiciamiento hincha y viendo un partido de fútbol sin poder pensar, completamente desconcentrada de la realidad, los goles y los abucheos. Recibiendo llamadas de la mami en donde intercambiábamos información: ella dando partes sobre la evolución de doña Emma a dos semanas de seguir en terapia intensiva y también de su papá hospitalizado, mientras yo recitaba lo poco que había entendido sobre hemorragias caninas. Por inercia contesté el teléfono y la llamada con el colombiano duró desde el tercer gol hasta el final del partido, de mi confusión y de su paciencia.
En el ambiente había algo más de desquicie aparte del ladrerío enjaulado y del entusiasmo pambolero porque me vi inmersa en una conversación casual de cómo estás, cómo te fue ayer, qué comiste y tengo que decirte algo importante. Oye mi negra, no me castigues más porque allá afuera sin ti no tengo paz. Pues dímelo, o prefieres que nos veamos. Escogió el teléfono y así sin más me lo soltó: es que decidí que me lastima mucho y por eso ya no quiero seguir saliendo contigo. Ay, todo lo que he hecho por ti. Desde mi primera vida lo sabía, ya había leído el guíon y lo había ensayado, revisándolo una y otra vez, todo estaba preparado, pero el día del examen lo único que pude decir fue: está bien, respeto tu decisión y sí te entiendo, pero bueno, seguimos en contacto en el messenger, ¿no?, un besito. ¿En el messenger? ¿Un besito? ¿Qué pasa conmigo? ¿Y qué pasa con él? Quién lo hubiera dicho si en la semana ya no me amaba sino que me amaba mucho y hasta enviaba mails de paciencias, definiciones y descripciones porque -¡ajá!- por mí valía la pena luchar y patatín patatán, y la compré todita, hasta entré en pánico de diva pensando en la nueva etapa de crisis, pero me equivoqué otra vez, caí de nuevo en una nada primeriza novatada que me puso un zíper en la boca justo cuando estaba gritando: yo-me-las-sé-todas. Sigue llorando perdón, yo, yo no voy a llorar por ti. Irónica reacción al pensar que hace justo un año yo rogaba “no, es que yo no quiero cortar”, repitiéndolo en diferentes días no una ni dos, sino varias veces y medio le sonreí a mi presente alternativo que me soluciona la vida cuando me la enredo porque no tengo fuerzas para luchar, así voy alargando la actualidad à la Scarlett O'Hara "hoy no quiero pensar en eso, mañana será otro día". Y es que el sábado sólo tenía un macho en la cabeza y era al perro de más de 25 kilos que tenía que conseguir para la transfusión de Zeldi.
Al menos ya no voy a tener tantos miedos al aire libre y el que sobrevive es el que dice el Mechudo, que en una semana voy a estar llorando. No sé, sólo sé que odio este complot (así es AMLO, yo también tengo mi corazoncito) donde todo conspira porque ahora Juanes es el único latino de las 100 personalidades del Time y para colmo está de súper moda mi pulserita Colombia-unida; que de pronto Carlos Vives revive y Soraya también; que en las noticias, Colombia diario es noticia; que Shakira se vuelve a ver y a escuchar a todas horas y ahora junto con el tormento de mis tormentos; que por más que intento no he podido terminar “Vivir para contarla” y está en la mesita de noche para que no sólo sea cuestión de pensar con luz; que mis amigos me asocian inmediatamente con Colombia, en las fiestas cuando se escucha Bacilos et al, corren a buscarme para brindar conmigo; que a pesar de toda la frivolidad de la que hago gala, de verdad quería quererlo más y me duele que él se sienta mal. Pero hay que darle crédito a Alma Rey cuando dice que el amor no es como las patas de gallo, que es seguro que con el tiempo te van a salir...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A pesar de los momentos dificiles, sigues adelante siendo quien eres, como dice p.p., sin influencias externas. Hay dias en que el sol va a brillar menos y que se puede nublar, pero siempre volvera a salir reluciente para iluminar tus dias. Ojala Zelda se mejore.
Besos,
Ro.

Anónimo dijo...

Lulumarina:

Animo solo puedo decir que cuando una puerta se cierra otra se abre, solo es cuestion que dejes de mirar hacia la que se cerró. Seguramente tienes abierta otra puerta que te traerá muchas cosas buenas, y no necesariamente me refiero al relevo de Colombia, sino a alguna sorpresa que la vida te tiene con seguridad.

Es como el capítulo de The OC que pasan todo un día lluvioso en Newport. Aguanta la noche que ya viene el sol.